Año CXXXVI Nº 49936
Política
La Ciudad
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Educación 16/08
Campo 16/08
Salud 13/08
Autos 13/08


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 17 de agosto de 2003

Un fenómeno en alza: nuevos espacios de arte, salas llenas, ganas de mostrar
Olga Corna: "Rosario reacciona a las crisis con fuerte creatividad cultural"
La semióloga analiza cómo incide el nuevo contexto político nacional. ¿Se vive una primavera cultural?

Silvina Dezorzi / La Capital

En sólo unos meses abrieron en Rosario una buena cantidad de espacios culturales privados, como salas, galerías de arte y hasta centros de producción multicultural. Según dicen los entendidos, también el teatro comercial está de parabienes y los eventos de música, plástica y artesanía superan una y otra vez las expectativas de sus organizadores. ¿Cómo no preguntarse entonces qué está pasando en Rosario? ¿Se vive una primavera cultural? Con esos interrogantes La Capital dialogó con la semióloga rosarina Olga Corna, docente de la Universidad Nacional de Rosario. La especialista no dudó: ligó el fenómeno a un contexto político que trae "cierto aire fresco" y a una capacidad para hacer virtud de la necesidad. "Rosario reacciona a las peores crisis con una fuerte creatividad cultural", afirmó.

-¿Cómo percibe el movimiento cultural de los últimos meses en la ciudad?

-Hay una reactivación cultural evidente. Y creo que eso tiene que ver con un contexto político que genera espacios para que la gente rearme una estructura y pueda preguntarse qué ganó, qué perdió, qué tiene y qué le falta. Además la globalización, o como se quiera llamarla, esta posibilidad de tener contacto con todo el mundo, nos pone adelante de una tradición que ya tenemos: el pie en el barco. La multiculturalidad no es un hecho nuevo, pero sí lo es que podamos reconocernos como partícipes de fenómenos multiculturales. También es cierto que la iniciativa privada y algunas figuras de los partidos gobernantes en los últimos tiempos dieron lugar a expresiones culturales que habían sido dejadas de lado: por ejemplo el baile, la artesanía, muestras que propician el contacto. Entonces, gente que antes no se atrevía a mostrar su producción porque siempre había algo más grosso se preguntó por qué no y empezó a animarse. Tal vez en ese "por qué no", aparece una nueva brecha de la cuestión cultural hoy.

-¿Lo lee como un fenómeno de democratización cultural?

-Es que la hay. Incluso, aprendimos a respetar cosas que para nosotros eran menores y que sin embargo rescataba el llamado Primer Mundo. Desde el momento en que uno entiende que una guarda incaica, toba o mapuche puede ser estéticamente tanto o más valiosa que lo que un diseñador impone desde Alemania o España, y desde que uno entiende que una ruana es tan capa como la de alta costura con cuello que se hace en París, se puede decir que estamos aprendiendo a reconocer el espacio de creatividad y de creación propia que nos permite identificarnos en el mundo.

-¿Y cuáles serían esas marcas de identificación en Rosario?

-Rosario tiene con qué mostrarse al mundo desde muchos lugares interesantes. Primero, es porteña, porque tiene puerto. Pero tenemos otras cosas aparte de buenas vacas, buen trigo, buen maíz y buena soja para sacar por ese puerto: tenemos excelentes artistas, excelentes artesanos que hacen ropa, que crean joyas, que trabajan con la tierra, que estructuran urdimbres. Ellos tejen un tejido social de la creación nunca visto hasta ahora. Es cierto que la revitalización de lo étnico obedece a que grandes centros de producción pusieron lo étnico de moda. Pero de golpe nosotros descubrimos que la platería mapuche tiene mucho que ver con los tuaregs de Africa. Y eso hasta impacta en Rosario, donde distintas tribus urbanas empiezan a codificar sus creaciones desde más de un lugar.

-Aparte de la artesanía, ¿dónde más advierte la revitalización cultural?

-¿Quién habría podido creer que la gran música de jazz canadiense Diana Krall iba a pensar en Rosario para venir a dar un recital? ¿Quién habría pensado en el festival de jazz que se hizo hace poco en el Parque de España? ¿O que podría haber semejante cantidad de gente joven haciendo jazz, y no sólo lo hace en repetición, sino generando su propia partitura, en Rosario? Esta ciudad tiene grandes músicos, grandes plásticos, que además amamantan a Buenos Aires para que siga siendo ella la porteña y capital.

-¿Es importante desde un punto de vista social que la gente pase de ser sólo audiencia televisiva, encerrada en el espacio privado, a ser consumidora cultural de fenómenos en vivo, que implican contacto y participación?

-Claro que es importante, provoca mayor dinamismo social. Primero, porque durante largos años fuimos una sociedad de silencios profundos, improbables de sacar, más allá de lo que ocurra ahora, cuando un cierto aire fresco mueve la cortina y como dicen los colombianos puede indicar que la calor no va a ser tanta. Y, segundo, porque ese encierro en lo privado tenía que ver con cosas que la sociedad no terminaba de dirimir. Si esta sociedad sufría una enfermedad seria, tenía que empezar a hacer terapia. Y una forma de terapia posible, que creo estamos haciendo, es desde la orfebrería, desde lo artesanal, desde el arte, desde el contacto, desde el mostrarse. Saber, por ejemplo, que en un recital se puede ejercer un contralor que no es el policial ni el militar: cuidarse el uno al otro.

-Otras solidaridades...

-Otras solidaridades. Uno puede ir a una muestra cualquiera, incluso a una feria, y en esa variedad de objetos ser seducido por uno, se tenga o no dinero para comprarlo. Ese objeto me seduce porque me enseña que puedo hacer. De allí estas lámparas maravillosas hechas con papeles, estos adornos que tienen que ver con el famoso origami, estos alambres convertidos en un aro fastuoso. Todo eso hace que la gente vuelva a preguntarse: ¿qué es lo que podemos hacer?

-¿Entonces los patrones de consumo cultural actuales ya no son los de la década menemista?

-Hay un cambio interesante. Porque, salvo honrosas excepciones, el uno a uno favorecía a un target. Ahora estamos todos en un nicho, no en el target. Si el objetivo en la época menemista era cómo transar más, hoy no hay más con qué negociar. Pienso cuando (la número uno del FMI) Anne Krueger se preguntaba sobre Argentina: "¿Cómo? ¿Todavía no están boqueando? ¿Todavía no están en la lona?". Efectivamente, como el país, Rosario reacciona a las peores crisis con una fuerte creatividad cultural. Funcionamos bien en crisis. Allí uno siente el cimbronazo y se pregunta quién es. Cuando la gente que trabaja con Chiqui González o en el Parque de España dice "se puede hacer esta movida aquí, en Rosario", entonces también se puede pensar en hacer el Congreso Internacional de la Lengua Española el año que viene. Está clarísimo que nada de eso habría sido posible en el menemismo.

-Aun cuando los nuevos espacios culturales en Rosario son privados, usted parece señalar que operan en sintonía con empujes del sector público.

-Sin duda. Increíblemente, preguntar sin temor a que algo se caiga de un techo soberano qué función tiene la Universidad en esta sociedad, o el teatro Comedia, o el Broadway, significa preguntarse por el espacio público, donde siempre se conjugan tres actores: lo civil, colectivo, lo gubernamental y lo privado. No hay salida si no se piensan conjugados. Con todo eso, podemos empezar a perfilar identidad. Y si la idea es abrir el juego a los jóvenes, sepamos que acá, en Rosario, tenemos gente tan creativa haciendo cosas con lata y con palo como las que en otros lugares del mundo se hacen con software.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Para Corna, hay democratización cultural.

  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados