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 domingo, 03 de agosto de 2003

Educación: De errores y correcciones

Marcela Isaías / La Capital

"A mi hijo la maestra no le corrige cuando escribe". El comentario es comúnmente escuchado alrededor del cuaderno de los niños que cursan los primeros años de la escolaridad. Por lo general, proviene de padres y madres que no terminan de entender por qué si el nene escribe con "s" palabras que van con "c", la maestra no le señala de inmediato el error ortográfico.

El comentario resume un complejo problema pedagógico, muy difícil de comprender por los padres que vivieron otras experiencias de lectura y escritura. De allí que también es común escuchar con igual énfasis: "En mis tiempos esto no pasaba, y mi maestra me corregía todo".

Pero los tiempos cambian y las formas de alfabetizar no son las mismas, porque tampoco las ofertas de textos son iguales. Bastaría con recorrer el espacio urbano para comprobar la cantidad y variedad de textos que circulan alrededor de un niño: desde carteles y propagandas hasta libros y computadoras.

Según Mónica Báez -especialista en lectura y escritura, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario (UNR)-, lo que en definitiva "subyace en este reclamo de los padres -la corrección permanente y minuciosa- es la idea de una maestra tradicional, que sabía todo y que suponíamos que podía controlar todo, incluido los aprendizajes de los chicos". Sin embargo, hoy se sabe que tal idea ya no puede sostenerse de manera absoluta en la escuela; alcanza con recordar que hay niños que ingresan al colegio leyendo y escribiendo, antes que la institución diga cuándo y cómo hacerlo.

"Es necesario entender -dice Báez- que la maestra es una creadora de oportunidades para que los aprendizajes se produzcan, respetando los tiempos de cada niño y maximizando esas posibilidades". Sucede que, de todas maneras, la idea de abandono persiste en los padres cuando ven los cuadernos de los chicos sin un "muy bien" de la maestra. En este caso, Báez sostiene que bajo ningún punto de vista se trata de que la figura del maestro desaparezca; por el contrario, es central para ayudar al niño a interrogarse. En todo caso, lo que hay que comprender es que "si se piensa que aprender es un proceso, las correcciones y evaluaciones se dan también en igual sentido".

Claro que para esto -agrega- se necesita de docentes altamente profesionalizados, muy conocedores de cada tema para poder intervenir en el momento oportuno y ayudar así a crecer a cada niño, promoviendo nuevos aprendizajes.

¿Qué pueden hacer los papás? El primer punto que señala Mónica Báez para este interrogante es el diálogo indispensable que debe darse entre escuela y familia, de manera que los padres conozcan los criterios que usará el maestro; también que se involucren en proyectos de escritura y lectura escolares, y que respeten al niño como una persona capaz de aprender. "No está nada mal que un papá le lea un cuento a su hijo y luego le pregunte qué le gustó más, o que le explique por qué lee el diario todos los días", pone como ejemplo.

Y el tema se vuelve central en los casos de los padres y madres que no han terminado su proceso de alfabetización. "La escuela en estos casos se vuelven muy significativa", dice Báez, porque promueve que los chicos y sus padres aprendan juntos.

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