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 domingo, 03 de agosto de 2003

LECTURAS. UN REGRESO AL MUNDO DE CHEJOV
Un trabajo serio
Teatro. "Teatro completo". Antón Chejoc. Adriana Hidalgo Editora. Buenos aires, 2003. 589 páginas.

Fernando Toloza / La Capital

La reedición del teatro completo de Antón Chéjov por Adriana Hidalgo Editora, en la versión de Galina Tolmacheva y Mario Kaplún, recupera para los lectores la perspectiva de una traducción argentina, publicada por primera vez en 1950 por Editorial Sudamericana, y con el plus de haber sido realizada por una maestra de actores afincada en la Argentina pero nacida en Rusia a fines del siglo XIX y conocedora del clima y las obras de Chejov desde los primeros años.

  El tomo de Adriana Hidalgo Editora añade a la reedición la obra teatral “Plátonov”, que Tomalcheva había dejado fuera de su tomo para Sudamericana considerándola una obra menor, según el consenso de la época, y a pesar de que “Plátonov” tuviese alrededor de 200 páginas y en ella se encontrasen algunos de los motivos fundamentales del teatro de Chéjov. “Plátonov” es la primera obra teatral de Chéjov. Es también la que le causó una frustración y una paranoia con respecto al valor de sus futuras piezas; paranoia que lo acompañaría a lo largo de su carrera como dramaturgo y que hallaría expresión en sus mismas obras, como ocurre, por ejemplo, en “La gaviota”. Allí el tema de las nuevas formas teatrales y el daño que pueden provocar el rechazo y el escarnio del público son elementos presentes y, en algún punto, solidarios de la tragedia que vive el joven y ultrasensible Konstantín Tréplev.

  Sin embargo, la frustración de “Plátonov” no fue del todo pública. Se limitó al rechazo de algunos actores y directores, pero jamás llegó a la escena. Fue la primera representación de “La gaviota”, en cambio, la que recibió el abucheo del público y llevó a Chéjov a escribirle a Alexei Surovin, el editor de sus obras narrativas: “Nunca más escribiré obras de teatro o las representaré”. Se trató de un malentendido pero bastó para reforzar la desconfianza de Chéjov. El estreno fue en San Petersburgo y hubo una circunstancia que llamó a confusión en perjuicio de la obra. La premiere de “La gaviota” fue en beneficio de la actriz cómica E.I. Levkeeva y la audiencia, formada en su mayoría por seguidores de Levkeeva, rechazó el simbolismo de la pieza porque esperaba algo cómico. En posteriores representaciones “La gaviota” empezó a forjar su tradición de grandeza, aunque Chéjov haya sentido, por un momento, que su carrera como dramaturgo se terminaba en la primera representación.


Una negación vital
  La lectura de toda la producción teatral de Chéjov permite volver a evaluar las opiniones del autor sobre su obra. Chéjov consideraba que el teatro era su trabajo serio, en tanto que la escritura de cuentos era nada más que una forma de ganar dinero para mantener a su extravagante familia. A la par de inaugurar una forma teatral que, según Jorge Dubati, lo sitúa a como precursor del minimalismo de Raymond Carver, Chéjov puso en las piezas mucho de su experiencia vital, un tema sobre el que siempre se negó a hablar, y que en sus cuentos es un poco más difícil de seguir. Según cuenta Janet Malcom, una colaboradora habitual de The New Yorker, Chéjov siempre tenía una negativa para hablar de su vida. Por ejemplo, en 1882 le escribió al editor de una revista: “¿Necesita mi biografía? Aquí está. Nací en Taganrog en 1860. Terminé mis estudios en la escuela de Taganrog en 1879. Terminé mis estudios en la escuela de medicina de la Universidad de Moscú en 1884. Recibí el premio Pushkin en 1888. En 1890 hice un viaje a Sakhalin a través de Siberia y volví por mar. En 1891 recorrí Europa, donde bebí espléndidos vinos y comí ostras... Empecé a escribir en 1879 en Strekosa... Me mantengo en excelentes términos con mis amigos, médicos y escritores. Soy soltero. Me gustaría una pensión. Me ocupo con la medicina por todo este verano y haré algunas autopsias, algo que no he hecho por dos o tres años. Entre los escritores, prefiero Tolstoi... Sin embargo, todo esto es basura. Escriba lo que quiera. Si no hay hechos, ponga algo lírico”.

  El teatro de Chéjov permite reconstituir, o imaginarse, cómo fue su vida, buena de parte de ella llevada adelante en una propiedad rural, adonde se mudó con su familia para tenerla bajo control. Entre los hechos de su vida sobre los que Chéjov nunca quiso hablar se cuentan los años que pasó en Taganrog, de donde toda su familia, pero especialmente su padre, escapó por las deudas para instalarse en Moscú, donde pasados unos años Chéjov se reuniría con ellos.

  En la mayoría de las piezas del “Teatro completo” siempre hay un extravagante, alguien que muestra a cada paso que es incapaz de vivir, y que es juzgado por otros caracteres, o más que juzgado despreciado por otros, aunque después se puedan unir en la hermandad del alcohol o del juego para matar el tedio de la vida rural. De alguna manera, esos personajes están solos frente a una realidad que los abruma y frente a la comprobación de que sus vidas están pasando en vano, aunque en alguna oportunidad ellos hayan tenido dinero y amor.

  Largas reuniones en el campo sirven para poner en escenas a excéntricos de todo tipo, donde no faltan nunca un doctor y un “hombre honrado”, que se empeña en acosar a todos con sus dudas y recriminaciones, como quizá lo haya hecho el mismo Chéjov con su familia, aquella descocada agrupación sanguínea que lo había dejado abandonado en un pueblo del interior lleno de deudas y con una necesidad imperiosa de dinero que, por suerte para los lectores, lo llevó a ganarse el sustento escribiendo.

  La edición de las obras teatrales de Chéjov brinda la posibilidad de volver a ese mundo y hacerlo desde un texto atento al castellano de la Argentina, donde vivió Galina Tolmacheva. La futura traductora de Chéjov había nacido en Ucrania en 1895, estudió en San Petersburgo y pasó por la universidad de Moscú. Estudió con Konstantín Stanislavsky, aunque lo dejó a los ocho meses “por disentir con su sistema”, y en 1925, llegó a la Argentina, pero recién a mediados de los años 30 se dedicó de lleno al teatro. Su sensibilidad y preparación la hacen la traductora ideal para Chéjov, aunque también quede un resquicio para preguntarse si a veces la neutralidad del traductor no brinda un texto “más puro”, libre de las tentaciones de la interpretación.

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El dramaturgo Antón Chejóv

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