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 domingo, 03 de agosto de 2003

Deseos en la América posmoderna
Novela. "Diablo guardián". Xavier Velasco. Alfaguara. Buenos Aires, 2003. 591 páginas.

“Diablo Guardián” es un texto dividido en dos partes: en una de ellas habla Violetta, nacida Rosa del Alba Valdivia, quien le cuenta su vida -breve e intensa- a Pig, el coprotagonista de esta novela que transcurre en México y los Estados Unidos, centralmente en Nueva York, en los ‘90.

La segunda parte tiene que ver con Pig, el escritor que nunca termina de ser tal y que en tanto “cae” en el Pecado por excelencia, según el autor: volverse redactor publicitario.

  Violetta-Rosa entiende haber encontrado en Pig si no a un igual al menos a alguien que la puede comprender y en todo caso ayudar. Porque ella, luego de haberse apoderado de más de cien mil dólares robados por sus padres a la Cruz Roja, a los quince años se lanza a una vida azarosa y aventurera a un Estados Unidos del consumismo extremo que para ella es en la práctica un inmenso escaparate donde todo se puede adquirir, incluyendo las drogas.

  Los capítulos dedicados a la niña-mujer son extensos y están -como se dijo-narrados en primera persona. Los de Pig, más “objetivos” y en los que se apela a la tercera persona, resultan mucho más escuetos y en el relato terminan operando como “apoyos” para la nueva tanda que sobrevendrá de inmediato: la voz de Violetta, con la que Velasco parece querer cubrir todos los espacios.

  “Supongo que la novela es tan larga porque no pude resistirme a seguir escuchando a Violetta”, ha confesado su autor. La joven, que “se larga a la vida” cuando es aún adolescente, es el pretexto que utiliza Velasco no sólo para hablar sobre la mujer, sino también para referirse a otras cuestiones centrales: el consumo, el sexo, la vida de la ciudad y la droga, con la que Violetta parece liberarse pero con la que termina entrampada.

  No hay didactismo ni actitud moralista en Velasco, él se limita a narrar “desde” la conciencia misma de Violetta, un personaje de la posmodernidad que no se cuestiona ni cuestiona a la sociedad en la que vive, sino que trata (mal) de acomodarse a ella con las armas que tiene: su cuerpo, su inconciencia, el apostar constantemente al cara o cruz a fin de seguir adelante como mejor puede, a base de mentiras, falsificaciones y un individualismo a ultranza.

  La novela es jocosa y parece querer repetir con su ritmo interno lo propio de la música. Hay en Velasco la intención de un “desenfado” expositivo que se corresponde con su personaje, esa Violetta que busca expresar con palabras su mundo explosivo, mientras el otro, el de la vida “real” (representado por su enemigo quintaesenciado, un rufián al que llama Nefastófeles), le presenta obstáculos que ella, con armas mínimas y hasta ridículas, pese a todo y contra todo intenta vencer.

  “Diablo Guardián” es liviana, injustificadamente extensa porque la retórica vacía de significación muchas veces termina venciéndola. Pero al mismo tiempo es de lectura llevadera y se vuelve más interesante en los últimos capítulos, cuando Violetta y Pig terminan encontrándose.

  Es además muy interesante la utilización que hace Velasco del inglés-norteamericano, un-otro idioma con el que Violetta busca comunicarse y conectarse, aunque nunca dejará de ser extranjera. Marca de identidad del mexicano que debe soportar la proximidad de Estados Unidos, ese gigante que atrae y muchas veces termina siendo letal como la propia droga.

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