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 domingo, 27 de julio de 2003

Personajes & Destinos
Granada, cuna del gran Federico

Alicia Correa

Hoy es sábado 8 de febrero de 2003. Estoy sentada en una plaza granadina frente a puestos callejeros de verduras, mariscos y frutos secos. Acabo de visitar la catedral y estoy anonadada. La visión de la Inmaculada de Alonso Cano me dejó estupefacta por su perfección.

Mis dos estancias en esta ciudad incomparable están íntimamente relacionadas con la música que es mi motor y razón existencial. Es tanto lo vivenciado en Granada que se me hace imposible reflejarlo.

Llegué hace dos días, invitada por Juan de Loxa (poeta y director de la Casa Museo de Fuente Vaqueros, donde nació Federico García Lorca) para dar un concierto con obras de músicos españoles y argentinos. Fue en el palacio de Bibataobín, sede de la Diputación de Granada, en pleno centro de la ciudad, frente a la plaza de Mariana Pineda, heroína de la libertad.

Apenas introducida en el majestuoso palacio, me esperaba el piano colocado debajo de un gran retrato del no menos grande Federico... y empezaron las emociones. Antes de salir al público, el ofrecimiento de frotarme las manos con la menta de la casa natal del poeta, luego al finalizar el concierto, un ramo de mimosas (para nosotros aromito) cortadas de la planta que crece junto al brocal del pozo de agua que luego ví cuando visité Fuente Vaqueros, después la iglesia donde fue bautizado, la pila bautismal, la visión de la Virgen del Amor Hermoso donde Federico se postraba en personal introspección, la visión de la cama de sus padres donde nació, la cuna donde inició su vida, el andador de madera, el patio con los naranjos y el granero de la casa (convertido hoy en sala de exposición junto a toda la generación poética y literaria del 27), el piano donde tocaba y además le enseñaba a hacerlo a su hermanita Isabel, ¡en fin!, es demasiado para mí. Soy un espíritu sensible y sin remedio.

Después de visitar una exposición de arte moderno, recorrí el barrio judío, lleno de atractivos negocios y finalmente la Alhambra y el Generalife con sus jardines intensos de aromas de gitanería y la presencia mora enquistada para siempre en esa Andalucía polícroma que se respira en el aire granadino.

Después vino Manuel de Falla. Conocí el moderno teatro que lleva su nombre y el archivo donde Elena García Falla de Paredes (sobrina del maestro) junto al musicólogo Iván Nomwick hicieron las delicias introductorias del mundo musical de este genio que, aunque gaditano, vivió gran parte de su vida en Granada para luego morir en nuestro país, eligiendo Alta Gracia como paisaje evocador del natural y agreste de donde venía.

"El grito deja en el viento/una sombra de ciprés/(Dejadme en este campo llorando)/Todo se ha roto en el mundo/No queda más que silencio/(Dejadme en este campo llorando)/El horizonte sin luz está mordido de hogueras/(Ya os he dicho que me dejéis en este campo llorando)". (*)

Gracias Federico, gracias Manuel, gracias maravillosa Granada, alimento de tanta gloria volcada en tesoro universal.

(*)Pianista

Nota: el poema se llama ¡Ay! y pertenece

al "Cante Jondo", de Federico García Lorca.

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Granada conserva las huellas de Lorca y de Falla.

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