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 domingo, 20 de julio de 2003

Personajes & Destinos: paseo exótico en Tailandia

Valeria Schapira

Debo confesar -no sin un dejo de vergüenza- que mi circuito de viajes se inició por el exterior, quedando las maravillas turísticas de la Argentina rezagadas hasta los años más recientes de mi vida. Valga como explicación (o excusa) que en los `90 un viaje al Perito Moreno equivalía a hipotecar la casa, mientras que la melodía celestial del uno a uno era el pase libre para nuestra fantasía de viajeros primermundistas.

Fue en este contexto que decidimos con mi hermana Mariana pasar nuestras vacaciones del verano del •96 en Tailandia. Contratamos un paquete que incluía a las ciudades de Bangkok y Pattaya, así como algunas otras excursiones cortas.

Después de un viaje eterno en avión, llegamos a Bangkok, una ciudad no apta para cardíacos. Bangkok impacta desde sus contrastes: desde el misticismo de sus templos hasta el caos de su tránsito endemoniado; desde su contaminación permanente hasta el aura asombrosa de los monjes budistas; desde sus hoteles ostentosos hasta la pobreza indigna de cientos de miles.

El tránsito en la capital de Tailandia es atroz. El "tuk-tuk" -una suerte de moto con tres ruedas y asiento para pasajeros- es el medio más eficaz y económico para recorrer la ciudad. Los viajes en "tuk-tuk" están sujetos al regateo, como casi todo en Tailandia. Por pedir cotización a varios conductores me vi rodeada en el caótico Pat Pong de una decena de enfurecidos motoqueros que casi se van a las manos por llevarnos hasta nuestro destino.

Arenas ardientes

Después de unos días en Bangkok, navegando por el Chao Praya y conociendo joyas como su palacio real, llenamos nuestros bolsitos playeros y enfilamos para Pattaya, ciudad balnearia cercana a la capital. Fue el nuestro sólo un fugaz contacto con las prometidas playas doradas. Llegamos a la ciudad de noche y fuimos a cenar a un restaurante. Pattaya nos arrojó a la cara -y sin aviso previo- su negocio del turismo sexual.

A metros de nuestra mesa, un cincuentón embelesado cenaba con un adolescente (que no era un familiar). Decenas de prostitutas brindaban con turistas pasados de alcohol y unos cuantos travestis mostraban los pechos en plena calle.

Pattaya no nos quedó cómoda y volvimos a Bangkok, para desde allí volar a Phuket, "la perla del sur" en el mar de Andaman. Phuket fue el desquite para nuestros sueños playeros: un mar turquesa como no habíamos visto nunca antes, el encanto de las islas Phi Phi y los sabores de la comida thai...

Phuket es un paraíso para los amantes del buceo y para los amantes... en general. Nuestra aventura tailandesa incluyó una visita al puente sobre el río Kwai, granjas de cocodrilos y palacios imperiales. A las puertas de un templo, Mariana insistió en sacarse una foto con un elefante bebé. El dueño del paquidermo, enfurecido por la módica propina, ordenó al bicho darle a mi hermana un pisotón histórico.

Si bien no estaba en nuestros planes, aprovechamos la escala del avión para hacer una fugaz visita a Kuala Lumpur en Malasia. Otra ciudad sorprendente que nos dejó con ganas de volver y seguir explorando. Vacaciones algo exóticas pero absolutamente ¡inolvidables!

(*)Periodista

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Monjes budistas y exóticos palacios en Tailandia.

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