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 domingo, 20 de julio de 2003

Interiores: la mujer, el hombre y la amistad

Jorge Besso

Hay una pregunta que se ha transformado en una pregunta clásica y, sin embargo no hay demasiados análisis al respecto, más bien lo que existe son supuestos, muchos prejuicios, y también las experiencias de cada cual al respecto. La pregunta en cuestión trae aparejada, precisamente, una serie de cuestiones: ¿es posible la amistad entre el hombre y la mujer?

Como es de suponer, la mencionada pregunta provoca respuestas más o menos inmediatas, tanto por sí, como por no, tampoco hay por lo que parece estadísticas al respecto, aunque espontáneamente se podría decir que los hombres creen menos que las mujeres en la posibilidad de dicha amistad. En principio, porque para los hombres las mujeres son apetecibles por definición, con lo que desconfían de la posible amistad entre el hombre y la mujer, ya que los tíos consideran, que más temprano que tarde, se puede despertar el indio como dicen los Luthiers.

En cambio las mujeres suelen decir que sólo van a la cama con los que aman, y si por alguna razón que no viene al caso la regla no se cumple, no será lo mismo y será circunstancial. Una invitación que me realizó Laura Vilches para hablar sobre el tema en su programa, me posibilitó preguntar a mi alrededor, y a la vez tratar de pensar el tema en lugar de simplemente contestar por sí o por no. En cierto modo encontré más eco en las mujeres que en los hombres, que se mostraron más interesadas en el tema, en especial las mujeres de Aca Salud, que son mis compañeras de trabajo, y en este caso de reflexión.

Ahí surgió, inmediatamente, lo legítimo de la pregunta, en cuanto a si es posible la amistad entre hombres y mujeres, pues se da por supuesto que entre los hombres si, ya que a nadie se le ocurre preguntar si hay amistad entre los varones. Y aunque pudiera ser motivo de análisis, lo cierto es que hay bastantes pruebas de la amistad entre los hombres: las legendarias tertulias españolas donde los hombres se reunían en la misma mesa del mismo café, como por caso, el Gijón de Madrid a debatir distintos temas.

O las muy gitanas reuniones de hombres donde los andaluces se juntan para bailar flamenco. O las múltiples peñas entre nosotros, con convocatorias diversas, pero todas alrededor del culto a la amistad. En cambio, no encontré una respuesta contundente a la pregunta de si es posible la amistad entre mujeres. Algunas decían que no, otras lo dudaban, pues muchas veces se considera que las tías son más envidiosas, al menos supuestamente, que los hombres. También me encontré, en estos días tan propicios para hacerse esta pregunta que muchos, y en este punto tanto hombres como mujeres hablan por la experiencia que tienen, y ven dicha amistad como perfectamente posible, ya que ellos tienen al menos una amiga o un amigo según los casos.

También es cierto que basta ver la explosión que se produce, precisamente, el día del amigo cuando la ciudad entera lo festeja, en un festejo muy abierto y en exteriores, donde podemos encontrar gran cantidad de mujeres volcadas al rito de la amistad. Todo lo cual nos vuelve a la pregunta primera, es decir de si es posible la amistad entre el hombre y la mujer, con lo que es el turno de preguntarle a la pregunta de por qué pregunta lo que pregunta, ya que cualquiera podría decir por qué de hombres y mujeres se duda de que puedan ser amigos.

Ese es el momento de invitar a un invitado principal, esto es a la sexualidad, que es quien se supone que está agazapado detrás de las buenas intenciones de la amistad y de pronto hace que los amigos, inesperadamente, comiencen a mirarse con otros ojos y los cuerpos, hasta ese momento casi ausentes, ocupen el primer plano de la escena. Si los amigos se van a la cama, lo cual es posible, no quiere decir que la amistad entre el hombre y la mujer no sea posible, sino que esos dos que se fueron a la cama cuando despierten ya no serán amigos. Tal vez puedan volver a serlo, en cuyo caso no podrán volver a la cama. Todo no se puede.

En suma la amistad entre el hombre y la mujer, que a esta altura no sólo decimos que es posible, sino que es un terreno especialmente apto para dilucidar ciertas cuestiones especialmente candentes entre los humanos.

u La renuncia.

u La alteridad.

u La de si es posible la amistad.


No cabe duda que el mayor encuentro entre mujeres y hombres, y entre hombres y mujeres, es en la danza del amor y del sexo, ya que muchas veces se puede dar el uno sin el otro, y el otro sin el uno, razón por la cual cuando los que se aman también se desean, no hace más falta nada, ni nadie. Claro está que no todos son paraísos en esta tierra, ni todo son infiernos cuando el amor se escurre entre las manos que ya no agarran ni acarician, aun cuando agarren y acaricien.
Finalmente, es posible que quede en un espacio para hombres y mujeres, que no sea sólo el del amor con todas sus variantes, ni de la amistad en clave de mismidad, es decir hombres con hombres y mujeres con mujeres, sino el de la amistad, precisamente, entre hombres y mujeres, que para ser posible tendrán como condición la renuncia a ciertos apetitos y, más que nada, el dar lugar a la alteridad, a esa dimensión de lo otro, de lo distinto, que siempre está presente de un modo u otro entre el hombre y la mujer.

En tal caso, no sólo será posible la amistad, sin que ésta deba probar necesariamente su verdad en las malas, ya que una lógica tanguera indica que sólo ahí se ven los verdaderos amigos, sino que será posible el amor. El amor en su capacidad de insistir en que todo siga, a pesar de los monstruos, externos e internos.

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