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 domingo, 29 de junio de 2003

Interiores: Imaginación y creación

Por Jorge Besso

En la mentalidad científica y cientificista la imaginación no tiene prestigio, más bien es acusada y sentenciada de ser lo opuesto a la realidad, en la que todo el mundo se imagina estar, sin siquiera imaginar por un instante que la realidad está plagada de diversidad, al punto que si se hiciera alguna vez un Congreso Mundial sobre la Realidad, es bastante posible que el resultado fuera un desacuerdo generalizado, pero eso sí, todos hablando en nombre de la realidad.

En cuanto a la imaginación concebida como opuesta a la realidad, corrientemente toma el sentido de algo ficticio, con la capacidad de evocar lo ausente, de hacer presente un objeto ausente, pero precisamente en tanto ausente toma ese aire de irrealidad. Este sentido y esta función de la imaginación con ser cierta y de un uso muy generalizado, plantea básicamente dos problemas:

u En tanto facultad psíquica, vista así es demasiado limitada, pues la imaginación no sólo tiene la capacidad de imaginar lo conocido sino que también, y a veces muy especialmente, lo desconocido.

u Faltaría explicar la imaginación como tal, como facultad mental que compartimos con los animales, pero con una crucial diferencia: en términos generales el perro, por caso, tiene las formas que la imaginación le provee para funcionar adecuadamente en esta tierra, de modo de no confundir un hueso con el dibujo de un hueso.


No podemos decir lo mismo del humano, capaz de impresionarse con la foto de una araña, o capaz de autosatisfacerse con la foto de Brad Pitt o de Nicole Neuman, incluido el hecho de que puede ser un hombre con Brad o una mujer con Nicole. Más la cuestión de que alguien puede sentir que enferma si se habla de tal enfermedad, o el síntoma tan usual de no subir a los ascensores, mucho menos en los nuevos que son básicamente herméticos, ya que la fantasía no es precisamente hermética, se dispara y sobreviene la angustia y el pánico. Ni qué decir del problema de levantarse con el pie izquierdo y de esa forma quedar expuesto a la adversidad o a la calamidad, flagelos que también pueden sobrevenir si caminamos por tales baldosas, o acaso si dejamos de hacerlo.
En suma, la fantasía humana es más o menos incontrolable a partir de que tenemos una imaginación ilimitada. Es a la capacidad de C. Castoriadis, psicoanalista, economista y filósofo, a quien tenemos que agradecer haber rescatado del baúl aristotélico un concepto de imaginación perdido ni bien nacido. Castoriadis va a distinguir una imaginación segunda que es la imaginación clásica a que hacíamos referencia, de una imaginación primera, que llama imaginación radical. Esta habla de una radicalidad de la imaginación, esto es, la capacidad misma de crear imágenes, en suma formas, a partir de algo o a partir de nada.

Aquí está la fuente de la creación humana, pues la creatividad está en la base de la imaginación y no en la de la razón. Esta capacidad de la imaginación creadora, para bien o para mal, no sólo está en las entrañas de la subjetividad humana, sino que también está en lo que se llama el imaginario social. Sobre todo el imaginario social anónimo capaz de respuestas que sorprenden o de creaciones que provocan rupturas que pueden dar vueltas el sentido habitual de las cosas en un momento dado.

Hay por estos tiempos un ejemplo de lo anterior que se puede leer en los diarios. En estos días un fenómeno en los EEUU tiene a mal traer a autoridades, lingüistas, literatos, y a los bien pensantes en general: el spanglish. Con este nombre se conoce al rey de los dialectos modernos, esto es una lengua dialectal derivada del inglés y del español que se habla en una comunidad lingüística de 37 millones de residentes legales, a los que habría que agregar alrededor de 5 millones de ilegales y vaya a saber cuántos de habla inglesa.

Ya se venden diccionarios de esta nueva lengua o dialecto, según los términos de la fuerte polémica, y lo que es más sorprendente, un filólogo mejicano realizó una traducción del Quijote, es decir de la mayor obra del habla hispana: "In un palacete de la Mancha of which nombre no quiero remembrearme"... Se trata de una creación espontánea, indetenible a pesar de los esfuerzos de puristas o académicos, sin un autor reconocible o identificable, sin que nadie pueda arrogarse dicha autoría, precisamente, porque es anónima. El creador de la nueva lengua o dialecto es el colectivo anónimo, al que Castoriadis le da el nombre de imaginario social instituyente, que instituye en este caso nuevas formas de comunicación.


Fronteras
A pesar de la remanida retórica de la globalización y de la aldea global, el mundo está lleno de fronteras: entre países, entre personas, entre lo interior y lo exterior, entre lo consciente y lo inconsciente, entre lo propio y lo ajeno, entre nativos y extranjeros. Si hay una frontera cuidada en este mundo es la frontera de los EEUU Con todo, dicha frontera es traspasada por aviones suicidas (y asesinos), capaces de acertar en el centro fálico del imperio, en un ámbito donde los escenarios violentos siempre se veían por TV.

De pronto otros objetos también muy fálicos lo dejan a King Kong sin las torres que confundía, en esa tierra extraña e inhóspita a la que había sido llevado, con las montañas intercaladas por la luna de su infancia absolutamente perdida. Las lenguas no saben de fronteras y la capacidad creativa del humano tampoco, al menos cuando la recuerda o cuando la "remembrea".

El humano es un ser fronterizo, habitado tanto por el genio, como por el loco, navegando muchas veces entre la salud y la enfermedad, entre la realidad y la irrealidad, y para circular en esos terrenos muchas veces fangosos cuenta con un instrumento tan valioso como la razón. Pero no lo es menos la imaginación, ya que es la condición de la creación. En las paredes del Mayo Francés se leía: "La imaginación al poder", que es tanto como decir, el poder de la imaginación.

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