Año CXXXVI
 Nº 49.841
Rosario,
miércoles  14 de
mayo de 2003
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Análisis: La política de la farsa

Mauricio Maronna / La Capital

Si Carlos Menem baja su postulación acabará por darle un nuevo cachetazo a la ya maltrecha institucionalidad argentina. Un país sin reglas de juego democráticas, acostumbrado a vivir en la anomia, le ofrecería al mundo una nueva vía de ingreso al Guiness: sería la primera vez que un candidato que gana la primera vuelta renuncia a competir en el ballottage.
Frente a la inédita opción de tener un presidente legitimado por el porcentaje más nimio de la historia argentina en primera vuelta (casi similar al de Arturo Illia) o por más del 70% en un eventual ballottage, el riojano deberá dirimir si antepone su invicto personal en materia electoral a los intereses de la República.
Menem soportó ayer los tironeos de su propia grey: los que le imploraron que baje la fórmula (encabezados por gobernadores, intendentes y dirigentes que tienen aspiraciones de seguir en cargos ejecutivos) y quienes consideran que un buen guerrero no detiene jamás su marcha, aun a riesgo de soportar la humillación del duhaldismo.
Más allá de cuál sea la decisión final del trajinado caudillo riojano, algo volvió a quedar en evidencia durante las 24 horas de ayer: Argentina sigue pareciéndose cada más a una republiqueta. Aunque no se hayan dado cuenta sus protagonistas principales, la vieja política, más temprano que tarde, recibirá su sentencia de muerte. Nadie podría asegurar, sin embargo, qué es lo nuevo que nacerá.
Si el ex presidente no se presenta al ballottage (una sugerencia que habría recibido, incluso, de corporaciones financieras temerosas de una catarata de votos que apruebe un nuevo modelo económico con autonomía de los organismos internacionales), Kirchner afrontará desafíos múltiples, pero contará con una moneda de oro que no deberá desaprovechar: las expectativas de cambio y la necesidad de encabezar un proceso de consensos transversales guiados por el sentido común y la austeridad, algo que la extinta Alianza tiró por los aires. ¿O de algo le valió a Fernando de la Rúa asumir con casi el 50% de los sufragios?
La vocación suicida que embriaga a buena parte de la dirigencia tradicional (de la que Menem es un paradigma) se contrapone con una decisión que la sociedad ratificó el 27 de abril: defender el sistema democrático hasta las últimas consecuencias.
Mientras Menem medita su decisión, sería bueno pedirle también prudencia al presidente Eduardo Duhalde, quien tuvo el escaso tino de definir a la compulsa final como un match de box, chicaneando al riojano con "el abandono o con el nocaut".
Es hora de que estos dos oxidados titanes se bajen del ring.


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