Año CXXXVI
 Nº 49.841
Rosario,
miércoles  14 de
mayo de 2003
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Las secuelas de la catástrofe de Santa Fe en el ámbito escolar
En medio de la inundación, el valor de la escuela se mantiene intacto
Aseguran que por un tiempo los aprendizajes escolares pasarán a segundo plano, por el momento "no hay garantías de educación"

Marcela Isaías / La Capital

Hasta el momento de la tragedia ocurrida en Santa Fe, la situación de muchas escuelas era crítica. No es una novedad: a nadie escapa las dificultades profundas por las que pasa el sistema educativo nacional. Sin embargo, la inundación que dejó a decenas de miles de ciudadanos de la capital provincial bajo el agua convirtió en catastrófico el panorama educativo. Sobre todo si se tiene en cuenta que el 30 por ciento de los evacuados son menores de 18 años. Tan es así que algunos especialistas advierten que a partir de ahora y por un largo tiempo los aprendizajes escolares pasarán a un segundo plano. Pero también, en medio de tantas amarguras, la escuela aparece como una institución que sigue siendo valorada socialmente y que en estos días mostró un lugar protagónico.
Una psicóloga entrerriana que integra el equipo de salud mental que depende del comité de crisis constituido en Santa Fe a raíz de la inundación, Leticia Costa, indicó que si "la escuela venía empobrecida, estaba en una crisis, ahora está en medio de una catástrofe", como para empezar a explicar la tarea que les tocará enfrentar a maestros, alumnos y directivos.
Justamente, su trabajo será de ayuda para superar las secuelas que esta catástrofe deja en las personas. Al tiempo que define como calamitosa la situación escolar, no ahorra palabras para rescatar a la escuela como institución: "La convivencia en las escuelas que funcionan como centros de evacuados es mucho mejor que en otros centros. Sucede que allí la organización es visible en un director, en un docente. Se constituye en una red organizativa que contiene, porque la gente se siente en un espacio conocido. Está claro que esto nada tiene que ver con refugiarse en un cementerio, algo terrible", dice. "Algo parecido a lo que se da con las escuelas sucede con las parroquias", agrega.
Para Costa la comparación que se hizo de lo sucedido en la capital provincial con el ataque a las Torres Gemelas no es exagerada. Las huellas que estas tragedias dejan en las personas son muchas, van desde sentirse muy desesperadas hasta perder las nociones de tiempo y espacios, comenta. De ahí que la psicóloga, especializada en niños, opina que ante este cuadro no es descabellado pensar que "los aprendizajes van a pasar a un segundo plano, porque no hay garantías de una educación posible -en lo que refiere a contenidos-, primero habrá que atender la urgencia".
Sumada a la idea de esta profesional de la salud, la antropóloga María de los Angeles Sagastizábal explica: "Ahora está lo urgente, pero el agua bajará y sobrevendrá una etapa diferente". Lo hace como para meterse de lleno en una reflexión acerca de cómo afectará la inundación a la comunidad educativa. Sagastizábal se anima entonces y advierte que "la función específica que tiene la escuela deberá reacomodarse para ver qué lugar ocupan los aprendizajes en esta situación".
En su opinión, "toda situación de vida es un aprendizaje", y en este caso "se trata de aprendizajes no previstos, pero sí vinculados con lo ético y lo social". Quién es también doctora en historia y coautora de "Diversidad cultural y fracaso escolar" (el libro que fue elegido como el mejor texto de educación en 2001) asegura que hay que valorar todo lo que se movió y se mueve a nivel humano, en referencia a las muestras de solidaridad que recibieron los damnificados.
"Quizás todo esto es ahora más importante que aprender a multiplicar o un logaritmo", añade, y explica que las escuelas tienen frente a la adversidad la oportunidad de volver significativos los aprendizajes que puedan trabajarse de aquí en más.
Consultada sobre el mismo tema, Ana María Bloj, doctora en psicología, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), coincide con sus colegas al decir que "los aprendizajes -propiamente dichos- pasan a un segundo plano si se toma en cuenta el momento por el que pasa Santa Fe".
Sucede que, a partir de lo que se está viviendo en el plano social y en particular en aquello que involucra a las escuelas, se deduce que esta es una situación de excepción, algo no común y a lo que nadie estaba acostumbrado. "Una cosa es una crisis y otra una situación traumática", explica Bloj. Cree que lo importante "es no pretender seguir como si nada hubiera pasado". Por el contrario, dice que hay que incluir lo que pasó "en el trabajo cotidiano para permitir la elaboración de este hecho traumático".
Además, considera que hay que enfrentar las necesidades primarias y simbólicas, quizás trabajando -en la medida de las posibilidades- con los chicos a través de situaciones lúdicas y de expresión. Agrega que "nadie se prepara para una catástrofe", por eso en esta búsqueda de salida será muy importante que cada persona, cada comunidad, y entre ellas la escolar, busquen las maneras de defenderse a través de potenciar aquellos factores que les son propios. "Las respuestas colectivas no se pueden masificar en este caso", agrega a su idea de cómo actuar ante la tragedia.
El intento de reconstruir la vida es un paso fundamental para salir de la desgracia, y al respecto lo que puedan hacer los docentes en sus lugares de trabajo, junto con los alumnos y sus familias, será mucho. "Aunque sólo será posible si los educadores reciben el apoyo necesario. Sin apoyo del Estado no será viable. No se puede pensar que un maestro coordine o intente acuerdos institucionales si no tiene contención estatal, porque él está tan afectado como los chicos".
La contención y la elaboración de lo traumático son dos ejes que Ana María Bloj valora en este proceso. Según advierte, "hay que intentar recrear la nueva realidad para ver qué es lo posible, aún en las mayores calamidades; en fin, en qué nuevo lugar se empieza a existir".



Primero la urgencia, luego llegará la contención.
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