Año CXXXVI
 Nº 49.826
Rosario,
lunes  28 de
abril de 2003
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Análisis del PS
Romper con Carrió tuvo un alto costo para el Partido Socialista

Hernán Lascano / La Capital

¿Qué cuenta final harán los socialistas al computarse el último voto de esta elección? ¿Cómo cotizarán sus votos propios? ¿La decisión de presentar la fórmula Bravo-Giustiniani fue agregarle algo al campo de la centroizquierda? ¿O restárselo?
En cualquiera de esas respuestas Rosario tiene bastante que ver. No porque se haya plebiscitado la administración de la ciudad ya que, claramente, ayer la gente votaba otra cosa. Pero sí es responsable Rosario dado que su dirigencia gobernante gravitó con influencia en las decisiones del socialismo unificado. El PS no se asoció con otros partidos, en especial con el ARI, porque los socialistas rosarinos, por las razones que sean, rehusaron ese camino. Lo que los deja en el peor off side es que le dieron la espalda a Elisa Carrió, quien hizo en Rosario una formidable elección. Aunque es verdad que ella recoge, junto con su carisma, el tributo a una organización del voto progresista que en la ciudad ya lleva 13 años.
La gran pregunta es, entonces, de qué le servirán al PS sus votos propios. Los motivos de la fallida alianza con el ARI, hace tres meses, estarán claros para los dirigentes que no la hilvanaron, pero son indescifrables para millares de personas que ubican a Alfredo Bravo y Elisa Carrió en un espacio convergente. Que comprueban asombrados como estos dos candidatos, que se repartieron halagos hasta en vísperas de la votación, desprecian sus coincidencias en los hechos, mientras adversarios de otro hemisferio ideológico alcanzan el segundo turno.
La incapacidad de diseñar -pero más de corregir y sostener- una cultura de coalición condena a la centroizquierda argentina a pronunciar discursos de disidencia mientras de ejercer el poder se ocupan los otros. De los socialistas cabía esperar un gesto superador ya que Carrió, mucho más encumbrada que cualquier aspirante del PS, era una candidata al que votantes socialistas propios o independientes no tenían problema en apoyar. Para la izquierda con vocación de gobernar, la búsqueda de consenso de sectores afines, siempre trabajosa, es un interés más permanente que el dibujo de una elección. Porque puede dar mejores frutos. Parecen probarlo 30 años de esforzada cohabitación del socialismo uruguayo en el Frente Amplio o las dos décadas de construcción plural y empecinada del PT que hoy gobierna Brasil.
La apuesta de crecer con lo propio tampoco se verificó. En 1989, en la última elección presidencial en que el socialismo fue unido sin otros socios, la fórmula Estévez Boero-Bravo obtuvo 218 mil votos. Anoche Bravo-Giustiniani llegaban en octavo puesto con unos 300 mil votos. Aunque esta vez hubo cinco millones de electores más que en el 89.
Tras el acto del miércoles de la fórmula socialista en Plaza Pringles, un militante histórico reprochaba el encapsulamiento de su partido. "La derecha vota unida, nosotros no. ¿Cómo explicamos que no quisimos alianza con Carrió porque es personalista, cuando la hicimos con De la Rúa que era un conservador? Nos bancamos en Santa Fe ir junto a tipos que no tenían nada que ver con nosotros, como Natale o Usandizaga. ¿Y no pudimos llegar con Carrió a un espacio más amplio que todos habrían votado contentos?"
Las preguntas del militante funcionan no solo como el cuadro de contradicciones que sujeta hoy al Partido Socialista. Son también las claves que, bien respondidas, pueden servirle para salir de ellas.



Bravo dijo que la sociedad pidió "más de lo mismo".
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