Año CXXXVI
 Nº 49.826
Rosario,
lunes  28 de
abril de 2003
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Mariana, Adrián y el óleo
Se inauguró la primera muestra de la Zona Emergente en el Museo Castagnino

Roberto Echen

"Mariana y Adrián" podría ser el nombre de un culebrón. Ellos lo saben. Sin embargo no. Es el nombre que sus autores (Mariana Tellería y Adrián Villar Rojas) le dieron a la muestra que inauguró la «zona emergente» del Museo Castagnino (Pellegrini y Oroño).
Muestra de arte, cabría aclarar. Y ése es el punto. Dónde está el arte. Se podría responder diciendo: en el discurso de un sujeto que produce algo situándolo en el campo del arte, es decir, afirmándolo como tal. En el discurso de un sujeto que consume algo situándolo en el campo del arte, es decir, aceptándolo como tal. En el discurso institucional que coloca esa producción-consumo situándola en un espacio que se define como espacio del arte, es decir, legitimándola como tal.
Pero las obras expuestas son algunos papeles glacé (de los que usábamos en la escuela) negros con mínimas imágenes fotográficas collageadas o recortes de ropa de mujer de revistas de moda pegados sobre cartulinas de colores (como las que utilizábamos para las carátulas de las carpetas del colegio y que a fin de año tirábamos a la calle para festejar que habíamos terminado las clases) o páginas «del Burda» con los moldes de «tal vez» algunos de esos vestidos apenas intervenidos o páginas de diario con obituarios también mínimamente intervenidos.
He aquí el problema. No es que estemos tan asombrados. Conocemos la historia del arte del siglo XX y podemos rastrear influencias en la producción de estos jóvenes artistas rosarinos (emergentes, diríamos). Sabemos de Duchamp y del pop. Sin embargo el de ellos sería un pop de los materiales tanto como de la imagen. No hacen arte de imágenes que no serían artísticas por lo triviales (eso también lo hacen) sino que hacen arte banal, desde el uso de materiales banales, el arte al borde de su caída. Materiales no sólo banales, sino casi invisibles (por lo menos desde el campo del arte). Juego perverso de hacer arte en el límite en que dejaría de serlo, o mejor, con modos de producir que se situarían del otro lado de ese límite.
Mariana juega metonímicamente con la representación del cuerpo femenino recortando minuciosamente todas las zonas en las que aparecería el cuerpo de la modelo, provocando la reconstrucción imposible de ese cuerpo desde el vestido. Cuerpo como ausencia. Adrián pone en cuestión, desde sus papeles glacé, la representación perspectivista en el mismo momento en que parecería disponerse a aceptarla. La niega desde la yuxtaposición y superposición de imágenes que «en sí» son perspectivistas. «Fort-da» de la representación, incluso de la imagen.
Y entonces, vuelve la pregunta: ¿Por qué cierta cantidad, más o menos densa, de óleo sobre un lienzo en un bastidor sería arte?



Recorte de ropa de mujer, de Mariana Tellería.
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