Año CXXXVI
 Nº 49.798
Rosario,
lunes  31 de
marzo de 2003
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Historias de viaje
Ovacion fue con los hinchas canallas en un micro

Mauricio Tallone / Ovación

El amanecer se rinde al designio de la peregrinación que arman los hinchas de Central. A las 7.20 de este domingo plomizo y amenazante de lluvia, 30 micros cobijados de pasión se confabulan en las adyacencias del Monumento a la Bandera para iniciar otra marcha de la esperanza hacia otra tierra prometida. Hoy el destino se llama Liniers, mañana quién sabe cuál será la ruta que tomará el éxtasis de este pueblo. Por eso asOvaciónsx se subió a uno de los colectivos fletados por el club y compartió el diario de viaje de los canallas. Germán Milazzio y Elisa Fernández no paran de hacerse mimos como toda parejita de veinte años. Están sentados bien juntitos en uno de los asientos de adelante y apenas se avivan del grabador lo atropellan para dar el sí como si estuvieran en un altar.
"Mirá, esto de venir en bondi a ver a Central lo hago porque mi novio me insiste tanto que no me queda otra. Si bien yo ya era hincha antes de conocerlo, nunca había ido a la cancha de visitante. Contra Racing fue la primera vez que fui y nos trajimos un empate copado. Por eso hoy me enganché. Además durante toda la semana me venía insistiendo tanto que al hombre siempre hay que complacerlo. Hace un año que estamos juntos y ya me sé de memoria todo el equipo, cómo juega, por qué Russo hace tal cambio táctico", cuenta Elisa, como queriendo explicar su nueva profesión de hincha fanática.
"Dale, si te gusta", retruca Germán. "Cuando la conocí lo primero que le pregunté fue si era hincha de Central, si me contestaba que era de Newell's, ni ahí me la encaraba. No me bancaría una mina pecho".
¿Y vos, Elisa, te bancarías un novio lepra?
"Tampoco, además lo nuestro fue amor a primera vista. Lo miré y me di cuenta de que era canalla como yo".
"Ya que estamos haciendo una nota, quiero aprovechar la ocasión para pedirle casamiento", se confiesa Germán.
"Mirá que si esto sale en el diario no hay manera de desmentirlo", se engancha Elisa. "No, no. Ya sé. Por eso prometo ante los medios que si Central sale campeón en el Clausura, al otro día vamos y nos casamos". Elisa lo mira con ojos de enamorada y no desconfía del juramento escuchado porque sabe que su novio nunca le mentiría con Central como garante.
Viaja la colectividad canalla. Saca pasaje a la ilusión de apoyar al equipo más allá de la posibilidad de la derrota. Celebra su propia fiesta sacándole el lápiz a sus anécdotas teñidas de azul y amarillo. Fertiliza historias íntimas e intransferibles. Como las de Orlando Gubero, un metalúrgico de 63 años, que ya está harto de relatarles a sus nietos canallas de tantas vueltas olímpicas como si fueran cuentos infantiles para domesticar el sueño. Como las de Melquiades Salazar, que con apenas 13 años ya adoptó el ejercicio de separar un par de mangos para la popu y después, si otro billete queda enganchado por el offside de la malaria, por ahí renueva el stock eterno de gorro, bandera y vincha. Es así, la camiseta está impregnada de goce y sufrimiento, por eso no se lava.
"Esta camiseta que llevo puesta no me la saco hasta que termine el campeonato. Una vez cuando perdimos un clásico, no me acuerdo qué partido, de la bronca que tenía puse la camiseta en el congelador de la heladera de mi casa para sacarme la calentura que tenía. No sabés cómo lloré ese día, no me banqué perder con los pechos y se me ocurrió esa idea". Melquiades (dios divino) rememora la ocurrencia desparramado en uno de los asientos y le da pie a las trillizas canallas para que se despachen con sus bocadillos.

Cuestión de chicas
Entonces Cintia Del Do, Romina Zalazar y Paula Zalazar (su hermana) relojearon la cuestión y se animan por unos instantes a perder su toque femenino. No sólo marcan distancias entre una mujer fanática de Central y una de Newell's sino que brindan los motivos por los cuales nunca se pondrían de novias con un hincha de Newell's.
"En mi casa la cosa es muy simple, se respira tanto el aire de Central que no entra otra persona que no sea canalla", contestan al unísono y ante la complicidad de sus padres.
La caravana llega a destino. Los brazos empiezan a asomarse por la ventanillas en clara señal de que la tierra prometida está a la vista. Hoy se llama Liniers, mañana quién sabe cuál será la ruta que tomará el éxtasis del pueblo canalla.



"Si Central sale campeón, me caso", prometió Germán. (Foto: Gustavo de los Ríos)
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