Año CXXXVI
 Nº 49.789
Rosario,
sábado  22 de
marzo de 2003
Min 18º
Máx 26º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





cartas
Exigencias inauditas

Durante semanas estuve contagiada de una verdadera locura que se vive en los jardines de infantes. Me sentí con culpa y exigida por mis superiores a ser directora. Las justificaciones eran muchas: la edad, la jubilación, el sueldo... Nadie me preguntó si quería ser directora con todo lo que ello implica. Leí un libro editado por el Ministerio de Educación que define las tareas de un director. Frente a un cúmulo de responsabilidades me pregunto si queda tiempo al director para lo pedagógico, para jugar, crear, divertirse y aprender con los niños. Frente a esto tomé una decisión: tengo 41 años, amo lo que hago (trabajar con niños), mi entusiasmo no ha variado, me gusta crecer con ellos e intento profundizar en mis prácticas áulicas. Elegí la calidad de vida y la salud mental. Una vez escuché decir al ministro de Educación que un docente en estos tiempos puede llegar a los 67 años frente a un curso y que si no le alcanza el sueldo puede buscar otro trabajo. Permítaseme contestarle. Me gustaría invitarlo a ser maestro jardinero por un día, pero eso sí, a los 60 años, porque ésa es la edad en que nos jubilamos las maestras. Con respecto a otro trabajo, a veces podemos conseguirlo, pero le aclaro que nuestros niños no son merecedores de tener un maestro estresado, cansado y sin ganas a los 30 años.
Ana María Rondelli


Diario La Capital todos los derechos reservados