Año CXXXVI
 Nº 49.781
Rosario,
viernes  14 de
marzo de 2003
Min 20º
Máx 27º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Editorial
Tentaciones de la prensa

La creciente injerencia de los medios audiovisuales en la vida cotidiana de la gente se refleja en la aparición de inevitables modificaciones en la prensa gráfica. En muchos casos, esos cambios traen aparejados incuestionables beneficios; en otros, por el contrario, las nuevas y poderosas influencias se revelan como perniciosas y ameritan ser controladas.
De visita en el país, y entrevistado por un matutino de circulación nacional, el destacado periodista español Joaquín Estefanía —que fue jefe de redacción de El País de Madrid entre 1988 y 1993, y hoy es director de opinión de ese mismo diario— aludió a los principales enemigos que en la actualidad tiene, de acuerdo con su autorizada visión, la prensa escrita. "Existen dos problemas básicos —dijo Estefanía—: la autocensura y el amarillismo, porque se copia a los medios audiovisuales". Si se recuerda la creciente tendencia a soslayar fronteras morales como punto de partida de la encarnizada batalla por el ranking que se produce día a día en la televisión argentina, se comprenderá a la perfección cuáles son los riesgos que contempla Estefanía.
La respuesta al dilema es simple, pero no resulta sencillo sostenerla en la práctica en una época que privilegia parámetros distintos: los periodistas, además de poseer los necesarios conocimientos técnicos y una amplia cultura general, deben ser portadores de valores éticos. Unicamente a partir de la cotidiana puesta en práctica de estos valores adquirirán la excelencia buscada y permitirán a los medios gráficos diferenciarse de los audiovisuales no sólo en su formato, sino en su contenido.
La tentación, sin embargo, resulta fuerte y en extremo difícil de resistir cuando el mercado se convierte en un dios omnipotente y los números rigen de manera indisputada. En un país como la Argentina de hoy, donde el éxito a cualquier precio se ha transformado en bandera colectiva, la reinstauración de una escala valorativa en la cual el pragmatismo no presida la escena se ha erigido en un desafío de rasgos titánicos.
"Un buen periodista tiene que gozar de sentido común, honestidad y salud", asegura Joaquín Estefanía y razón no le falta. Sobre todo porque, aun cuando el contexto resulte poco propicio para las actitudes enraizadas en la ética, paradójicamente más que nunca aquéllas se tornan necesarias a fin de modificar el paisaje. Los ejemplos individuales, basados en la resistencia a lo estrictamente cuantitativo, constituyen la trinchera que no corresponde abandonar si se pretende que una época implacable no avasalle, con impunidad, lo mejor que tienen los hombres.


Diario La Capital todos los derechos reservados