Año CXXXVI
 Nº 49.779
Rosario,
miércoles  12 de
marzo de 2003
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Desde el lunes más de 50 mil educadores provinciales vuelven a las aulas
El mayor desafío de los docentes: seguir enseñando
Atravesada por demandas alejadas del rol educativo, la escuela es cada vez más un lugar de "contención"

Marcela Isaías / La Capital

La pelea por conservar la función específica de enseñar es el desafío que renovarán los más de 54 mil docentes provinciales cuando pasado mañana se reencuentren con sus alumnos en las aulas. Es que, al margen de los diez años de puesta en práctica de la ley federal de educación y de la llamada transformación educativa, las demandas hacia el sector para cubrir otras tareas que nada tienen que ver con la propia de educar se agrandan.
"Nada se puede analizar por fuera del contexto que vive el país, porque es evidente que el nivel socioeconómico de nuestros alumnos ha ido decayendo notoriamente", dice Marcela Ronco, docente de la Escuela Nº 1.078 John F. Kennedy. Para ilustrar la situación en la que trabaja, agrega que de 25 padres de sus alumnos, 18 accedían el año pasado a un Plan Trabajar o de ayuda similar. Según comenta, la desocupación tiene sus efectos inmediatos en la escuela, que no sólo se traduce en la pobreza de los chicos, sino en la falta de contención social que viven las familias.
A estas carencias se suman otras, como la de no contar con la ayuda estratégica de personal especializado. "La provincia desde hace años no tiene gabinetes psicopedagógicos para atender los problemas fonoaudiológicos y psicológicos (entre otros) de nuestros alumnos. Debemos manejarnos con la buena voluntad de las escuelas especiales de la zona, pero esto no alcanza para hacer un seguimiento y atención correcta de los problemas de los chicos", pone la docente como un ejemplo concreto de lo que a diario deben encontrarse en el aula y de lo que para este sector ya constituye un reclamo histórico.
Ocuparse de tareas que nada tienen que ver con la propia de enseñar no es algo nuevo para los maestros; sin embargo, la crisis y las decisiones oficiales en ese sentido -abrir los comedores los sábados y poner al frente a personal docente, por ejemplo- han provocado un corrimiento cada vez mayor de la función específicamente educativa, obligándolos a organizar la distribución del alimento, de la asistencia social y hasta la atención sanitaria de los chicos.
"Ocurre que la sociedad deposita mucho en la escuela como lugar de contención y con esa expectativa demanda", analiza la docente de la Escuela Kennedy. Tal como ella explica, las familias sienten que cuando los chicos están en la escuela están contenidos, en cambio por fuera de ella -agrega-"pasan el día en la calle o frente a un televisor".
Marcela Ronco tiene 17 años de antigüedad en la docencia, también es egresada de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Rosario, y su sueldo (con presentismo incluido) es de 380 pesos. Para ella, el reconocimiento a su trabajo tiene distintas miradas: "Depende de quién provenga, porque en la comunidad donde me muevo me siento valorada, en cambio en otros estamentos no", dice en clara alusión a las esferas ministeriales. De todas formas, para Marcela el desafío mayor en este momento pasa por "no bajar la calidad educativa".
El sueldo de Mónica Muñoz no difiere mucho del de su colega: con 20 años de antigüedad en la docencia, presentismo y salario familiar incluidos, cobra 414 pesos al mes. "Los problemas sociales que llegan a mi escuela no son de la magnitud de los de las escuelas de la periferia o barrios marginales de la ciudad, de todas maneras la crisis se siente", dice esta maestra que dicta clases en la Escuela Nº 116 Santiago del Estero. Pero señala además otro factor que caracteriza a la docencia argentina en la actualidad: "No sólo tenemos alumnos con papás sin trabajo, sino que nosotras vivimos el desempleo en carne propia, con muchos de nuestros esposos profesionales que tienen una inserción laboral incierta".
La escuela de Mónica sirve la copa de leche. El año pasado -recuerda- eran cada vez más los chicos (sobre todo en el turno de la tarde) que llegaban a clases sin haber almorzado en sus hogares. Una situación que el maestro no puede desatender a la hora de enseñar.

Mantener la mística
"Resistir junto a los chicos" es la meta que esta maestra se propone como un desafío del ciclo escolar que comienza. "No tenemos los mismos problemas que otras escuelas, nosotras todavía podemos conservar la mística de la docencia, lo cual es casi un privilegio", dice para explicar lo que por estos tiempos de la enseñanza se evalúa como pequeños placeres.
Categórica, la directora de la Escuela Nº 68 Leandro N. Alem dice que "el mayor desafío de los docentes hoy es sostener la escuela en su función educativa y a los alumnos en ella. La cuestión pasa por no privarlos -a los chicos- del derecho a aprender, porque esa será la mayor exclusión a la que se los pueda condenar".
Consecuente con esta idea, Norma Tombolini cree que, además de la exclusión económica y social que viven amplios sectores de la sociedad, hay otra peor: la exclusión del conocimiento. Y en este marco se explica, para ella, la desvalorización permanente que se hace de la tarea docente.
La escuela Alem está ubicada a pocas cuadras del centro rosarino, pero recibe a alumnos con muchas carencias económicas. Al reflexionar sobre cómo la crisis atraviesa el oficio de enseñar, Norma agrega: "El docente por su propia problemática es un excluido más. La crisis lo limita y le impide emprender lo que sabe y quiere hacer".
También opina que la escuela se ha convertido en un lugar que debe hacerse cargo de todo lo que abandonan otras instituciones, y esto recarga la tarea de un maestro: "Además de enseñar, se lo obliga a la asistencia (social)", dice la directora. Al respecto, considera que "al maestro se le pide que contenga, pero a él nadie lo contiene; por el contrario, se le exige cada vez más y se lo obliga a trabajar en un contexto de enfermedad".
De todas maneras, la directora -tiene 30 años de antigüedad y cobra 770 pesos- no pierde el optimismo: "A pesar de todo, el docente busca un espacio para enseñar, porque para eso nos formamos".



La pelea. Impedir la exclusión del conocimiento.
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