Año CXXXVI
 Nº 49.777
Rosario,
lunes  10 de
marzo de 2003
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Editorial
No desperdiciar la oportunidad

Los principales candidatos no se cansan por estos días de hablar de las bondades de los planes que impulsarán en caso de resultar electos. Algunos, según van variando las cabezas de sus equipos de asesores, se pronuncian de un modo respecto de cierto tema puntual para luego decir exactamente lo contrario. Los argentinos hemos asistido ya en muchas ocasiones a discursos que, a la hora de ponerse en práctica, fueron desechados por otros muy distintos que llegaron de la mano de factores de poder que podían facilitar la gobernabilidad para los políticos mas no para la gente. Boquiabierto, el electorado debió escuchar explicaciones que no hacían más que exponer la verdadera personalidad e intenciones por parte de quienes habían prometido un programa de gobierno para poner en marcha otro diametralmente opuesto con la excusa de que si hubieran mostrado sus verdaderas intenciones habrían obtenido menor caudal de votos. Recientemente, el vergonzoso final de las elecciones en Catamarca volvió a demostrar una vez más hasta donde puede llegar la clase política cuando decide tensar la cuerda al máximo. También quedó claramente expuesto que un dirigente destemplado puede llegar a truncar un proceso electoral y que frente a esa alevosía la clase política puede también resultar impotente en los hechos pese a su verborragia.
El escritor Jorge Luis Borges acuñó en una oportunidd una frase para definir a uno de los principales partidos políticos: "Los peronistas no son ni buenos ni malos... son incorregibles". Mote que por cierto también les cabe a otros. Cuando las posibilidades de figurar en los puestos expectantes de las futuras elecciones son prácticamente nulas, en lugar de realizar una interna ejemplar los radicales volvieron a repetir viejos vicios que no hicieron más que llevarlos aún más cerca del abismo.
Estos episodios, a los que se suman comportamientos altisonantes y faltos de honestidad que se suelen soslayar bajo el pretexto de que se está en tiempo de campaña y que todo vale, no hacen más que exhibir a una Argentina que la mayoría no desea. Porque la ciudadanía anhela una nación seria, previsible, confiable. Para nosotros y para el concierto de las naciones. Por ejemplo, ello implica que en esta especial instancia en que transcurrimos no deben existir ni siquiera minúsculas sospechas de manipulaciones con los calendarios electorales según convenga a uno u otro actor político. Las reglas deben ser claras y transparentes para todos. Y quienes participan de las campañas, ceñirse estrictamente a lo que la honra dicta. Hay que tener bien presente que esta podría ser nuestra última oportunidad de volver al camino de los correctos procederes y resurgir como nación.


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