Año CXXXVI
 Nº 49.773
Rosario,
jueves  06 de
marzo de 2003
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Ocho años por un crimen con móvil confuso

Era de noche y la calle estaba mal iluminada. El caño de la pistola Bersa calibre 22 escupió varios disparos aunque ninguno de los testigos pudo precisar cuántos. Un muchacho cayó herido y murió en un hospital mientras intentaban salvarlo. Al autor de aquel crimen, cuyo móvil es un misterio, ahora lo condenaron a 8 años de cárcel.
La escena ocurrió un rato después de la medianoche del 28 de mayo de 2001 en Centeno y Esmeralda, en la zona sur de la ciudad. Ezequiel Víctor Barraza caminaba junto a dos mujeres y una niña cuando se encontró con tres muchachos. El relato de lo que ocurrió después cambia según quiénes lo cuentan, tal como quedó reflejado en el expediente judicial del caso.
Barraza dijo que se encontró con los tres sujetos y que uno de ellos le apoyó un arma en la garganta. Afirmó que hubo una discusión y que después estas personas se alejaron. Y juró que enseguida lo atacaron a tiros.
Entre los supuestos agresores estaba Luciano Edgardo Lanieri. Los dos muchachos que lo acompañaban negaron que alguno de los integrantes del trío hubiese disparado contra Barraza y dijeron que fueron atacados cuando intentaban alejarse después de una simple disputa verbal. Fue en ese momento cuando Lanieri recibió el balazo que lo mataría.
Barraza no negó haber disparado contra los presuntos agresores pero dijo que lo hizo en medio de una pelea. Intentó así que sólo lo condenaran por lo que técnicamente se denomina "homicidio en riña", un delito con una pena mínima de 2 años de prisión y una máxima de 6.
No lo consiguió. El relato de los testigos, las pericias y sobre todo la reconstrucción del hecho llevaron al juez Julio Kesuani a juzgar como "insostenible" la versión del acusado. El magistrado llegó a la conclusión de que aún en el supuesto de que hubiese existido una agresión previa, Barraza tuvo oportunidad de irse del lugar y en cambio no hizo nada para evitar verse envuelto en un episodio que pondría fin a la vida de una persona.
Muy por el contrario, era Lanieri quien se estaba alejando del escenario del hecho cuando recibió el tiro que lo mataría. Además, Kesuani no halló evidencia de que hubiese existido un intercambio de disparos en los momentos previos a la caída de la víctima. Por eso condenó a Barraza como autor de un homicidio simple.


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