Año CXXXVI
 Nº 49.772
Rosario,
miércoles  05 de
marzo de 2003
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Reflexiones
Un baño de realismo

René A. Bonetto

En abril de 1991, a poco de conocerse los lineamientos generales del plan de convertibilidad, desde las filas de la Federación Agraria Argentina advertimos claramente, una y otra vez, sobre las consecuencias del mismo para el país.
En 1995, cuando se hacía apología de la estabilidad, señalamos enfáticamente que la Argentina no tenía estabilidad pues se deslizaba muy perceptiblemente hacia una situación cada vez más difícil en el terreno económico y social.
Fundamentalmente demostrábamos la insostenibilidad y las consecuencias del modelo entonces vigente.
En 1999, antes de las elecciones presidenciales, reclamábamos sincerar la realidad nacional y expresábamos nuestro convencimiento respecto a que la situación de entonces no admitía una versión prolija del mismo modelo por parte de quienes resultasen electos para gobernar el país en las elecciones del 14 de octubre.
Vivíamos una crisis profunda y generalizada; será necesario reconstruir el país
-decíamos- y existen muy pocas perspectivas de hacerlo en el marco de la política económica implementada en la década del •90.
Estamos en vísperas de un nuevo acto electoral. En materia económica, después de lo ocurrido a fines de 2001 y durante gran parte de 2002, hay una sensación de tranquilidad.
Se habla incluso de un "veranito". Pero si bien en ciertos sectores ello es perceptible importa advertir sobre el riesgo de que los argentinos nos confundamos nuevamente.
Ojalá no fuera así, pero soy de los que creen que no hay ni habrá una salida rápida y fácil. La situación es tan complicada que tampoco bastarán fórmulas milagrosas ni hombres o grupos providenciales.
Así como en salud para curar una enfermedad se medica o se recurre a diversas prácticas que hoy tienen los médicos a su alcance luego de un estudio exhaustivo, tanto más exhaustivo cuánto más delicado es el estado del paciente, la situación del país requiere de un diagnóstico puntilloso para saber cómo estamos y un relevamiento realista de lo que contamos para atacar los problemas, fijando luego objetivos y en función de ello priorizar acciones.
Pensar que con sólo anclar el dólar o devaluar se solucionan los problemas del país es un grave error.
Pensar que lo peor de la crisis ya pasó y que Argentina inició el camino de la recuperación -más allá de hechos coyunturales o de cuestiones sectoriales- es engañarse nuevamente y constituye un estado de ánimo inconveniente, porque soy de los que creen que está todo por hacerse, desde el diagnóstico adecuado.
Si nos confundimos seguiremos hundidos en el pozo en el que caímos hace años y la recuperación continuará por la senda de hacerse cada día más difícil.
Lamentablemente en esta materia, el actual proceso electoral, tal cual lo venimos conociendo, tampoco permite abrigar muchas expectativas de cambio. Las propuestas realizables, fundamentadas y coherentes en general brillan por su ausencia.
La Argentina necesita, indudablemente, un baño de realismo.


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