Año CXXXVI
 Nº 49.762
Rosario,
domingo  23 de
febrero de 2003
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Buenos Aires: Barrio plateado por la luna
En un histórico conventillo de La Boca funciona el Centro Cultural de los Artistas, donde trabajan pintores y escultores. Todos los viernes se realizan shows de tango

Corina Canale

La historia del conventillo del barrio porteño de La Boca convertido en Centro Cultural se remonta a 1881, cuando los inmigrantes italianos, en su mayoría genoveses, lo construyeron con chapas y maderas, a semejanza de los barcos en los que habían llegado al mundo nuevo.
Mucho de la vida cotidiana de aquellos años se refleja en este lugar convertido en Centro Cultural de los Artistas, un derroche de colores fuertes, rejas trabajadas, baldosas negras y amarillas, enormes pajareras y balconcitos con malvones y geranios.
Sucede que ahora, en lo que ya es un conventillo histórico, allí nomás, a la vuelta del famoso Caminito, hay veintidos pequeños atelieres donde trabajan pintores y escultores, diseñadores, restauradores y fileteadores.
En uno de ellos, con el sol a pleno que entra por las ventanas, Marta Grosso pinta como si estuviera sola. Pero hace un alto para charlar con la gente que espía ese pequeño territorio de colores; hay un cuadro, el de una mujer con sombrero, en negros y rojos, que alucina.
Sobre la fachada de la calle Magallanes de un lado está el restaurante "La vieja rotisería" y del otro, el portal de hierro de este centro cultural abierto a todos los artistas, que tiene dos salas para exposiciones, la Vito Campanella y la Perez Celis, padrinos de este emprendimiento.
Desde los balcones de la calle y también en los que dan a los patios, se asoman los enormes muñecos nacidos del talento de Omar Gasparini. El artista y su grupo lograron captar en estos muñecos los gestos, las posturas y la vestimenta de los inmigrantes que comenzaron a llegar a Buenos Aires allá por el 1870.

Ruleros y batones floreados
Los hombres en camiseta, las mujeres con ruleros, los batones floreados y el mate en la mano, tan infaltable como el cigarro, son arquetipos de los habitantes del conventillo, grotescamente exacerbados pero alejados de toda intención peyorativa. Son simplemente los tanos de La Boca, las mujeres que trajinaban por las calles del puerto.
Los que venían "a hacer la América", con poca ropa, algunas monedas y muchas ilusiones. Los que se rodeaban de esa escenografía de chapas y maderas de colores intensos, y los que aprendieron a compartir la fe y la nostalgia para no flaquear.
La inmigración italiana, la más importante, fue en esos tiempos de un millón de almas, cuando en la pequeña aldea de los Buenos Aires vivían apenas 4 millones. Los registros dicen que el 25 por ciento de la población porteña eran inmigrantes.
Néstor Sarmiento, director y mentor del Centro Cultural de los Artistas, cuenta que esa casa colectiva estuvo habitada hasta hace unos siete años, cuando un incendio la daño mucho pero no tanto como para no reciclarla, tarea que emprendió su dueño, Roberto Gamboa.
"Lo primero fue rescatar materiales de otros conventillos para reciclarla sin que la casa perdiera el diseño original, el que le habían dado los ingenieros navales italianos que venían en los barcos, que consistía en una torre alta y muchos cuartos pequeños a su alrededor, como si fueran los camarotes".
Al empresario gastronómico Gamboa le interesaba abrir un restaurante -donde se come una memorable pizza a la parrilla-, y el otro proyecto, cuenta Sarmiento, "fue surgiendo de a poco". Este hombre, que ganó en 2001 el Cuarto Premio, Medalla de Oro "Lorenzo il Magnifico", en la Bienal de Arte Contemporáneo de Florencia, es el curador de los artistas que trabajan y exponen en el Centro.
Allí se dictan cursos y talleres de pintura, diseño y decoración, y también de música, títeres y baile, en especial de tangos, y hay un programa turístico guiado, los viernes al mediodía, que recorre el conventillo y culmina con u n almuerzo y un show tanguero.

Alusión a los claustros santos
Se cuentan, entre otras historias, que la palabra conventillo tendría su origen, indirectamente, en los conventos españoles donde las monjas de clausura rezaban en diminutas celdas que rodeaban las capillas.
Ese diseño edilicio, agrega la versión, se repetía en las casas de citas, que tenían pequeños cuartos alrededor de un gran salón, donde las mujeres practicaban el oficio más viejo del mundo. Esa semejanza derivó, peyorativamente, en llamarlos conventillo, en alusión a aquellos claustros santos.
También se recuerda al primer conventillo de la ciudad, el Altos de Escalada, de 1785, que dicen fue visitado por el general San Martín, mientras que en 1871 se inauguró en el barrio de Villa Crespo el famoso "Conventillo de la Paloma".
En ese tiempo comienzan a aparecen en Buenos Aires las casas colectivas, en mansiones del barrio sur que habían sido abandonadas por los sobrevivientes de la terrible epidemia de fiebre amarilla.

Cuerpos pintados
En estos días el arquitecto Federico Platener trabaja en la agenda de expositores de este año, que comienza en abril con la muestra "Arte Erótico", con cuadros, esculturas, fotos y el modernísimo "body painting", pintado de cuerpos humanos. "Le damos quince días a cada expositor y estamos abiertos a todos", dice.
A la hora del ocaso, cuando ya algunos faroles iluminan los reductos de la ribera boquense, del histórico conventillo se escapan los versos tangueros de Melodía de Arrabal, aquellos que presagiando las sombras cercanas le cantan al "barrio plateado por la luna".



La atracción del Centro Cultural de los Artistas.
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