Año CXXXVI
 Nº 49.760
Rosario,
viernes  21 de
febrero de 2003
Min 16º
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Editorial
Repitencia, señal de peligro

Afines de 2001 y principios de 2002 la sociedad argentina se precipitó en un abismo. La caída del gobierno de Fernando de la Rúa -expulsado por el veredicto inapelable que emitió la gente en las calles-, la posterior sucesión de fugaces presidentes, la asunción de Eduardo Duhalde y la caótica salida de la convertibilidad marcaron a fuego un período que aquellos que tienen memoria histórica recordarán como uno de los más difíciles que se hayan vivido en el país. Las consecuencias de esa caída, sin dudas gestada en los años precedentes, todavía se siguen percibiendo. Y no sólo en el terreno de la economía, donde ahora se presentan los primeros y tibios signos de reactivación, sino en terrenos vinculados a esferas más profundas de la actividad humana. Entre ellos, cómo no notarlo, la educativa. El dato que divulgó La Capital en su edición del pasado miércoles se erige como una neta señal de peligro con relación al futuro: el aumento en Rosario de alumnos primarios que se quedan de grado es otra nítida herencia del desastre. Y debe ser revertida.
Las cifras pintan una realidad alarmante con mayor precisión que cualquier despliegue dialéctico. En la ciudad, nueve chicos y medio de cada cien repite grado. Se trata de un guarismo intolerablemente elevado, sobre todo para una región cuya economía real no sufrió la destrucción padecida por otras provincias. Es que no constituye ningún secreto que la situación más dramática se vive en Misiones, Tucumán, Chaco y Formosa. Sin embargo, los índices rosarinos se asemejan demasiado a los de esas pauperizadas zonas de la República.
Al fenómeno concurren, ciertamente, aspectos que podrían calificarse -sin caer en categorías retardatarias- de "exógenos". Es que la inmigración interna proveniente del norte y que incrementó la población de los asentamientos irregulares situados en la periferia de la ciudad ha afectado seriamente la ya de por sí precaria realidad de las escuelas. Pero ese es un hecho, por ahora, irreversible. Sus consecuencias forman parte del problema a resolver.
Por fortuna, esta vez el Ministerio de Educación santafesino ha reaccionado con celeridad. El lanzamiento de un plan destinado a bajar a cinco puntos el índice de repitencia es un indicio positivo: se aplicará en 132 establecimientos. Resta destacar dos cosas. La primera es la inoportunidad que en semejante contexto adquirirían las extemporáneas medidas de fuerza que suelen adoptar los gremios docentes, que muchas veces confunden objetivos legítimos con procedimientos absolutamente desconsiderados con el resto de la sociedad. Y la segunda es el papel clave que les tocará desempeñar, justamente, a los maestros en tan duro combate: ellos deberán hacerse cargo de luchar no sólo en las áreas para las que fueron específicamente preparados, sino en terrenos que pondrán a prueba su templanza y dignidad humana. Y ello amerita, sin dudas, un reconocimiento.


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