Año CXXXVI
 Nº 49.752
Rosario,
jueves  13 de
febrero de 2003
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Editorial
La política equivocada

La clase política no se pone a la altura de las circunstancias en la Argentina. No es un dato nuevo, obviamente, sino el descrédito que tiene no sería tan grande, pero ni siquiera cuando la gravedad de la situación requiere actos supremos, camina por los senderos de la transparencia y el respeto a las instituciones.
En estos momentos la economía parece estar ingresando, paulatinamente, en el camino de la recuperación, y algunos datos sobre la demanda de mano de obra resultan alentadores. Ese escenario, aún incipiente y sensible a los sacudones, necesita coherencia y racionalidad política. Por el momento no es así.
El justicialismo y el radicalismo hacen todo lo contrario a lo que la sociedad espera. Las pujas de ambos partidos para dirimir sus candidatos a la presidencia son escandalosas. Los radicales, con el estigma de la renuncia de De la Rúa sobre sus espaldas, protagonizaron una elección interna teñida por las denuncias de fraude y mutuas acusaciones descalificadoras. El peor camino, seguramente, si aspira a reconciliarse con sus votantes.
En el justicialismo no fue mejor. Las apetencias personales, las cuentas pendientes y la puja desenfrenada por el liderazgo no conoció de reparos ni métodos. Por eso intervino la Justicia. La jueza Servini de Cubría dijo que no hay tiempo para realizar elecciones internas y autorizó a que se presenten los tres candidatos (Kirchner, Rodríguez Saá y Menem) bajo un sistema de neolemas.
La decisión es tan inusual que la propia magistrada consideró en su fallo que esta opción no es buena ni para los postulantes ni para el partido. Es más, recordó que no hay antecedentes históricos; mencionó, como aproximación, la división radical en 1958 que derivó en la conformación de dos partidos políticos diferentes.
Ni hablar de la utilización de camiones sanitarios bonaerenses en la campaña electoral de Luis Barrionuevo en Catamarca.
Estas conductas no hacen más que profundizar la brecha entre los políticos y la gente. Y lo que la Argentina necesita es, precisamente, que el sistema político sea creíble.


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