Año CXXXVI
 Nº 49.741
Rosario,
domingo  02 de
febrero de 2003
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La TV de cable y la educación, dos batallas que da Afganistán
Un juez islámico conservador prohibió la programación "impía" y que docentes varones enseñen a las niñas

Kabul. - Los delgados cables que unen barrios enteros de Kabul apenas se ven. Sin embargo, lo que llevan a las casas desató en Afganistán una intensa lucha cultural entre las fuerzas islámicas conservadoras y las más occidentalizadas.
Y es que los cables transmiten programas de televisión de todo el mundo a esos monitores que durante la época de los talibán estaban escondidos en los rincones más oscuros de las casas.
Para los radicales islámicos talibán, todos los medios de entretenimiento eran del diablo: la televisión, el cine, los videos, la música occidental.
Todo aquel que era descubierto disfrutando de alguno de esos medios, recibía el castigo de la policía, encargada de velar por las buenas costumbres. Sobre todo en las ciudades, las personas respiraron aliviadas cuando la tiranía terminó hace un año.
Sin embargo, para algunos, la nueva libertad va demasiado lejos. "La televisión por cable socava la moral y la población está en contra de ella", sentenció el juez supremo Fasal Hadi Shinwari y prohibió el nuevo medio. Pero su afirmación de haber recibido numerosas quejas contra el medio, no es creíble.
Afganistán estuvo aislado del mundo exterior durante décadas. Ya durante la ocupación por parte de tropas soviéticas entre 1979 y 1989 gran parte de la burguesía ilustrada huyó. Durante la guerra civil, entre 1992 y 1996, y más todavía bajo el régimen talibán, se fueron todos los que podían darse el lujo de hacerlo.
Desde la caída del Talibán, la mitad de los más de cinco millones de refugiados regresó, sobre todo los de Pakistán e Irán.
La televisión por cable pertenece a la vida cotidiana en Pakistán, y muchos propietarios de tiendas electrónicas reabrieron sus negocios al regresar. Invirtieron en una antena satelital y toman del cielo programas que, por unos tres dólares al mes, distribuyen por cable a sus clientes.
Lo que hay para ver no son sólo las noticias de la británica BBC y la emisora estadounidense CNN o los canales educativos como National Geographic. También se ven películas occidentales y de la India. Y no hace falta que el tono sea pornográfico para que los musulmanes más fervientes se indignen.
Desde su punto de vista, es un pecado tentar a alguien. Para ello bastan, en su opinión, escenas que muestran poco pero que insinuan mucho, "mujeres semidesnudas que bailan con hombres", como lo expresa un padre que teme por la moral de sus hijos.
Los fans de la televisión por cable, en cambio, están enojados con el juez supremo. "Los poderosos deberían dejar a la gente el derecho a ver lo que quieran ver", opina Abdullah Sharife, de 43 años, que tras 23 años regresó de Irán. "Las autoridades sólo deberían prohibir programas que sean anti-islámicos", propone Faisal Hashumi, de 23 años, abonado al servicio de televisión por cable.
Y puede que en esa dirección se solucione el dilema. El ministro de Cultura e Información Makhdon Rahin espera que el gobierno del presidente Hamid Kharzai se imponga a Shinwari y permita la televisión por cable, aunque sólo después de que se establezcan reglamentaciones específicas para ello.
Observadores consideran significativo que Shinwari pertenezca a los antiguos mujahidines, que ya durante la lucha contra la Unión Soviética eran vistos como conservadores o fundamentalistas y casi no tuvieron contacto con la democracia y el pluralismo, mientras que Rahin vivió mucho tiempo en el extranjero y tiene una orientación moderada y occidental.

Otra decisión retrógrada
Las diferencias entre ambos bandos no se limitan a la TV por cable. Otro tema controvertido son las niñas que van a la escuela. En Herat, el gobernador Ismail Khan prohibió a los hombres dar clases a niñas y el juez Shinwari apoyó su decisión.
Para los políticos liberales, sin embargo, es un progreso considerable que una niña, que durante el régimen talibán tenía que permanecer en su casa, ahora pueda recuperar el tiempo perdido. Claro que para ello aún no existen maestras suficientes, en parte justamente debido a la política de los talibán.
Al menos en las ciudades, el punto de vista de la mayoría de los padres es claro. "Queremos educación para nuestros hijos", dice Sabiullah Asir, que tiene tres hijas. "Nuestras niñas ya sufrieron bastante con los talibán". (DPA)



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