Año CXXXVI
 Nº 49.741
Rosario,
domingo  02 de
febrero de 2003
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Televisión / Crítica
"Soy gitano": Malos, lindos y exportables

Orlando Verna / Escenario

Los amores prohibidos inundaron con su empalagoso aroma la tardenoche de la televisión argentina. Siempre de la mano de férreas costumbres y autoridades familiares inflexibles. Y si de pactos sagrados se trata nada mejor que vestir la trama con camisas siempre abiertas, colgantes de oro, largas patillas y mucha, mucha cara de malo. Así se puede entrar en el tenso y cachondo (caliente, ¡bah!) mundo de "Soy gitano".
La historia es la de dos jefes de clan que se odian, porque uno se casó con la enamorada del otro, pero por mandato del padre de la chica. Allí comienza un eterno recorrido de venganzas y odios que se traslada de generación en generación. De esta manera y como era de prever, los hijos de uno de los mandamás se apasionan por los hijos del otro.
Explicar semejante mezcla llevaría varias páginas aunque lo cierto es que la altísima cuota de cruzamientos hace de este un melodrama atractivo, visualmente correcto y con una estructura narrativa muy ordenada
Y allí están entonces los personajes interpretados por una serie de caras conocidísimas tratando de decir "niño", "vale" y otras maneras importadas en un clima de continua tensión. Y sino que lo digan los músculos de la cara de Osvaldo Laport, rígidos sin necesidad, o los otros de su cintura. Mezcla de chabón del puerto y animal de escuela, el ex "Campeones" se muestra casi incómodo en un envase demasiado ficticio.
A su lado, la belleza revelada de la Gaetani choca continuamente con la femineidad asistida por bucles de la Díaz.
En el recuerdo de los mayores dos colosos telenoveleros no tienen nada que demostrar, como Arnaldo André, a esta altura quizás dueño de una fábrica de formol, y Antonio Grimau, en un personaje secundario que despacio gana protagonismo. A ellos se suman Betiana Blum y Luisina Brando, arremetiendo contra la costumbre de no olvidar.
Es que presentado como tal, el argumento se ovilla sobre sí mismo. Es decir, la palabra prohibición hace de disparador y lo demás es anecdótico, más allá de las idas y venidas de los amores brujos. Es así que muchas veces la trama se hace monótona, matizada únicamente con miradas desafiantes y sentencias de por vida.
Pero de nada vale analizar un producto de esta naturaleza sin mencionar a la factoría que lo pergeña. Pol-ka guardó el mate en el armario, peló los tacones, pulió los parlamentos y se puso a trabajar pensando en verde. La compañía de Adrián Suar abandonó la comedia costumbrista con el simple y pretendidamente retributivo objetivo de vender "Soy gitano" en el exterior.
Aunque lo más significativo del melodrama no sean a lo mejor sus estrellas, su trama y su máquina publicitaria, sino su puesta en escena. Los gitanos llaman la atención por su cultura oral y allí está siempre la televisión para transformar las cosas en un punto de rating, esta vez de la mano de una estética muy cuidada, con excelentes vestuarios y algunas caracterizaciones exageradas, a tono con la propuesta.
Lástima que a veces las situaciones sean tan familiares que es inexplicable e inaplicable tanta tozudez y tanta altanería. Pero, bueno, parece que para ser gitano hay que ser malo, muy malo.

Ficha
Calificación: 3 estrellas.
Intérpretes: Osvaldo Laport, Arnaldo André, Juan Darthés, Julieta Díaz y Romina Gaetani.
Dirección: Jorge Nisco y Sebastián Pivotto.
Producción: Pol-Ka.
Lunes a viernes, a las 21, por Canal 3.



Pol-Ka hace un melodrama soñando con dólares.
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