Año CXXXVI
 Nº 49.741
Rosario,
domingo  02 de
febrero de 2003
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Egresaron de la escuela de conductores de locomotoras Carlos Gallini
Después de 10 años, volvió a graduarse en Rosario un grupo de maquinistas
Son descendientes de ferroviarios. Algunos ya trabajan. Significa concretar un sueño y un ascenso laboral

Sergio Roulier / La Capital

Marcelo Ferraro (38 años) es descendiente de ferroviarios y lleva la pasión de los rieles en las venas. Su hijo Iván, de 2 años, ya dice "papá, tren". Siempre trabajó en el ferrocarril y hace pocos días concretó su máxima aspiración: se graduó como maquinista. Y ahora empezará con su nueva función, esa que fue la tarea de su papá y la que cualquier hijo de maquinista sueña con hacer. La historia de Marcelo es también la de sus nueve compañeros que se recibieron en la escuela técnica Carlos Gallini (Tucumán 3242). Se trata de la primera promoción después de diez años. Es que el centro de capacitación de conductores de locomotoras de Rosario casi había desaparecido desde que se privatizaron los trenes.
Los diez graduados son hijos de ferroviarios y ocho de ellos de maquinistas. Hay varios que ya trabajan, cinco en el Nuevo Central Argentino (NCA) y tres en el Ferroexpreso Pampeano. Más allá de la nostalgia, el hecho de convertirse en conductores les permitirá cambiar su tarea y pasar a ganar unos 1.600 pesos de sueldo más viáticos por mes cuando sus actuales haberes llegan a la mitad.
Ferraro y sus compañeros Agustín Astrada, Claudio Cejas, Javier Chávez, Carlos Arana, Jorge Ybalo, Hugo Peckham, Eduardo Della Pasqua, Eduardo Regazzi y Juan Castellano ya exhiben orgullosos el carné que les otorgó la Comisión Nacional de Regulación de Transporte (CNRT), organismo ante el cual rindieron el último examen.
"Es una tradición. El que entró al ferrocarril como hijo de conductor, su meta es serlo también", apuntó Carlos Arana (36), quien fue guardabarrera, jefe de tren y ahora dice que le falta muy poco para ser maquinista del NCA. "Esta capacitación me significa crecer dentro de la empresa", definió.
El curso de maquinista es una posibilidad para que los actuales empleados ferroviarios puedan capacitarse. Es más, deben ser patrocinados por las empresas para poder hacer la especialización. Y también es una oportunidad para los que cuentan con una formación técnica y "aman" al ferrocarril.
Es lo que le sucede a Eduardo Della Pasqua (26), más allá de que el padre fue ferroviario e instructor de la escuela donde una de sus aulas lleva su nombre. "Dejaría todo por subirme a una locomotora", confesó. Y hasta su carrera universitaria, que no la quiere ni mencionar, porque su vida está puesta en las vías.
A los egresados les cae mal cuando les preguntan con exclamaciones "¡qué estudiaron!" y rematan "¿cómo?, si ya no hay más trenes". A pesar de la devastación que sufrió este medio de transporte, el tren lleva el 14 por cientos de las cargas de todo el país, y la mitad lo hace una firma que funciona en Rosario, NCA.
Todavía no se sabe si el curso de maquinista volverá a abrirse. Dependerá del apoyo que brinden las empresas para patrocinar a sus empleados o a los interesados que no trabajen en el ferrocarril. Será una nueva etapa de la larga historia de la escuela Carlos Gallini.

Por el estudio
El curso comenzó a mediados de 2001 mediante una iniciativa de los jubilados ferroviarios, que se hicieron cargo de la escuela en la década del noventa cuando los ramales pasaron a manos privadas. Los alumnos concurrieron a clase en la medida de sus posibilidades. Estudiaban después del trabajo o en los tiempos libres, según recordaron.
La capacitación consiste en tres módulos: reglamentos y señales; mecánica básica, electricidad y física; la locomotora en sí y sus planos de circuitos; y la ubicación de elementos y práctica de manejo.
Leopoldo Queraglia (ya fallecido) fue el que dio el puntapié para recuperar el curso. Y Dante Rossi (81) es hoy el director y al que escuchan con atención en las clases. "Hace 23 años que estoy jubilado, pero me rejuveneció volver a dar clases o agarrar nuevamente un libro", confesó.
La escuela cumplió ayer 90 años. Surgió el 1º de febrero de 1913 por iniciativa de un grupo de visionarios quienes armaron un aula precaria y se dedicaron a la confección de material didáctico para que los ferroviarios estudiaran. Al principio se denominó Escuela de Maquinistas y Foguistas de la sección Rosario del Ferrocarril Central Argentino y funcionó en una casona de la calle Vera Mujica. El 26 de julio de 1931 se trasladó a su actual local propio, en Tucumán al 3200.
Es un viejo edificio de dos plantas. En su interior sobresalen los posters de ferrocarriles, fotos de locomotoras, piezas, repuestos, murales y tableros. Hay una reducción de una máquina de trenes con movimiento. Y por allí caminan jubilados ferroviarios recordando anécdotas del pasado. En la planta alta funciona el aula de señales donde hasta parece que se respira el aire de las vías.
La escuela lleva el nombre de Carlos Gallini, quien en vida fuera el fundador y director hasta su trágica muerte. Era conductor de locomotoras y dio su vida arriba de una máquina.
Cuentan que el 1º de marzo de 1921 Gallini conducía un tren de pasajeros que venía desde Retiro y al pasar por la estación Coronel Aguirre atropelló a un equino. Allí descarrilaron la máquina, el furgón y dos coches. Gallini fue autor de una valerosa acción que a riesgo de su vida salvó la de los pasajeros. Intentó una arriesgada maniobra para invertir y frenar la marcha aferrándose a la palanca de cambio la que quedó incrustada en su pecho.
Hoy, una calle de Rosario y una plaza de la ciudad de Santa Fe llevan su nombre. Y es el ejemplo de estos flamantes maquinistas.



Los egresados cambiarán tareas y mejorarán salarios. (Foto: Sergio Toriggino)
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