Año CXXXVI
 Nº 49.701
Rosario,
domingo  22 de
diciembre de 2002
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Plaza de Mayo mostró uno de los rostros de la crisis social

Rodolfo Montes / La Capital

Pobres. Abrumadora mayoría de pobres. La Plaza de Mayo del 20 de diciembre, por la que circularon 50 mil personas, se desbordó hacia la Avenida de Mayo, Hipólito Yrigoyen y Diagonal Sur y Norte. En todos los casos tuvo a los argentinos de a pie, sin salario y sin horizonte como protagonistas de la jornada. La ciudad de Buenos Aires vivió el viernes, desde el mediodía, la migración de sus tradicionales clases medias incorporadas al trabajo y al consumo, que habitualmente dominan el centro, hacia su clásica retracción barrial o suburbana de fin de semana. Pero como en un juego de fluidos que se sustituyen sin dejar espacio vacío, ingresó al centro el único y nuevo actor social y político que crece en número y en organización en la Argentina: los piqueteros. Fue un ingreso colorido, de múltiples procedencias y sin dudas el de mayor masividad en la historia de las movilizaciones de desocupados.
Los pobres que nutren las grandes columnas piqueteras se agrupan con disciplina, no quieren peleas y respetan la prohibición de consumir alcohol en las marchas. Hay en ellos una actitud más cercana a la peregrinación que al activismo militante clásico. Caminan incansablemente, con sus ropas raídas y gastando lo poco que les queda de sus calzados precarios,contra el asfalto abrasivo y caliente. Caminan y están mal comidos, con sed y sin ninguna certeza para el nuevo día. Caminan y esperan -como un último gesto por la salud y la sobrevida- abrir una brecha que los devuelva a la dignidad de ciudadanos.

Grabado a fuego
La ominosa exclusión está grabada en los rostros sufridos, en las miradas opacas, en las manos ajadas y en las bocas desdentadas, que bien podrían ser sonrisas esplendorosas. Solo es cuestión de dinero, y de distribución de la riqueza.
Los abandonados por el sistema se han vuelto mayoría en Argentina: constituyen el 53%, y en crecimiento. Sobre ese sustento es que las organizaciones piqueteras no dejaron de crecer y aumentaron su organización.
El 20 mandaron los excluidos. Faltó la efervescencia cacerolera, determinante para la caída de De la Rúa. Las asambleas populares de las clases medias porteña llegaron a la plaza, pero muy disminuidas respecto al año pasado. De todos modos, la presencia juvenil urbana, mucha de la cual también integra el nuevo 53% de pobres, se hizo sentir. A diferencia de los pobres de toda pobreza (que viven lejos del centro), los pibes porteños conservan símbolos de un tiempo reciente que supo ser mejor: su clásica mochila donde guardan algunos íconos culturales de la clase social a la que ya no pertenecen. Un libro, un CD, un walkman con pilas gastadas. Son recuerdos del pasado que se combinan con un presente doloroso de hambre y desesperación.
En cambio, los desocupados del conurbano apenas llevan una bolsa plástica de supermercado donde guardan una botella de agua y el sándwich que posiblemente proveyó la organización. Es la energía básica para poder desplazar el cuerpo manifestante tantas horas.
El 20 de diciembre Plaza de Mayo mostró el único avance nítido de la Argentina en los últimos 25 años: la pobreza.


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