Año CXXXVI
 Nº 49.701
Rosario,
domingo  22 de
diciembre de 2002
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Panorama económico
Una sensación muy sugestiva

Pablo Kandel

Una sensación muy sugestiva deja el tono de euforia utilizado por el presidente Duhalde y el ministro Lavagna: que la recesión quedó atrás, que se están creando empleos, que ha comenzado la reactivación, que las cosas estarán mucho mejor en 2003. Pero más allá de la credibilidad o no que puedan despertar estos anuncios, surge indudable el hecho de que están ligados al default y su profundización.
Mientras en los primeros diez meses del año el gobierno pagó 4.500 millones de dólares en intereses a los organismos internacionales, no se registraba la menor señal de recuperación. En noviembre se tomó la decisión de no pagar un dólar más en los sucesivos vencimientos con el FMI, Banco Mundial y BID, hasta tanto no se logre un acuerdo, aunque sea corto, de reprogramación. Esta semana se dejaron de pagar 1.400 millones de dólares con el Banco Mundial.
Pero simultáneamente empezaron a abundar las noticias sobre reapertura de fuentes de trabajo, reanudación de corrientes exportadoras y vía libre a la inversión en la construcción y superávit fiscal primario que permite garantizar los planes sociales y anticipar los medios aguinaldos en la administración pública.
Puede ser que estos reclamos hayan venido para tapar la sensación de pánico provocada por el aniversario del 20 de diciembre de 2001, pero en todo caso, cumplieron su cometido.
Además, vino una misión del Fondo y se puso de acuerdo en todos los aspectos técnicos, restando la decisión política que se ve tan distante como siempre.
Pero el gobierno manejó las cosas con habilidad y dejó dos sensaciones: 1) que si no se obtiene acuerdo, no es porque la Argentina no haga los deberes sino porque la cúpula del FMI no quiere por razones políticas y para escarmentar al resto de los países deudores castigando al defaulteado Argentina; 2) que esta reactivación, veranito o como quiera que se lo llame, es consecuencia directa de haber dejado de pagar los vencimientos y que así el Banco Central acumuló reservas que de otra forma hubieran ido a parar a los organismos internacionales, los cuales también están sufriendo en su status crediticio por causa de este problema.
Es decir que los indicios sobre una mejoría del cuadro económico crítico están inexorablemente vinculados con dejar de pagar a los acreedores y por la misma razón podrían desaparecer, y sobrevenir un clima peor, si se obtiene un marco que obligue a reanudar los pagos de deuda.
En segundo lugar, el hecho de que el presidente del Banco Central Alfonso Prat Gay haya fijado 2,80 como el verdadero valor del dólar, se constituyó en el faro alrededor del cual empezaron a girar las especulaciones de ahorristas temerosos de perder un 25 por ciento. El valor actual de los dólares que tienen en colchón, es de entre 3,50 y 3,55, sin contar con que muchos compraron a 3,75 y 3,80, ya están perdiendo de manera apreciable.
Y por otro lado, comerciantes ansiosos de que esa rebaja o caída del dólar se concrete de una vez por todas para que la gente saque sus dólares del colchón y los vuelque al consumo con mucha mayor determinación.
Y los mismos macroeconomistas que a mediados de año pintaban un panorama con un dólar a 5 y hasta 7 pesos para fin de 2002, ahora están hablando de que este dólar de 3,50 todavía está muy alto y que 2,80 después de todo no estaría mal.
Pero los que se van a estrellar contra una pared son los productores agropecuarios y en general todos los sectores exportadores, que no contentos con tener que soportar retenciones del 20 por ciento ahora se van a enfrentar con un tipo de cambio más bajo que les quita rentabilidad.
A la vez no resulta muy coherente que el Banco Central se empeñe en sostener el precio comprando dólares todos los días, si después lo va a dejar caer o sea, posibilitar luz verde para la revaluación efectiva del peso.
Y además, ante las perspectivas de redolarización por fallo de la Suprema Corte, el acortar distancia con un dólar más bajo hace que se reduzca la sangría que pueden soportar los bancos, sometidos a la pesificación asimétrica (es decir, vuelven a dolarizar sus depósitos pero siguen pesificados gran parte de sus créditos).
Sin embargo el entusiasmo de Prat Gay acerca de un dólar más bajo se vio contrarrestado por la cautela del ministro Lavagna, quien dijo que por mucho tiempo el marco económico argentino necesitará un dólar alto y estable, del orden de los 3,50 pesos como es actualmente, aun reconociendo que en términos históricos puede estar por encima de la paridad promedio.
Eso es por falta de confianza, la misma falta de confianza que lleva a los poderosos empresarios de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) a preconizar que después de todo la reactivación no es tal y que un dólar de 2,20 ó 2,30 sería lo correcto.
También el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Martín Redrado, dice que por cinco años las inversiones no se harán presentes con asiduidad en la Argentina, a pesar de que los costos son ahora favorables y que se ganó productividad en un 36 por ciento, según fuentes de Techint, desde la devaluación.


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