Año CXXXVI
 Nº 49.683
Rosario,
miércoles  04 de
diciembre de 2002
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Yo tuve un sueño...

Alberto Hugo Serra

Yo tuve un sueño... Esa frase es famosa en los Estados Unidos. Y debo decir que yo también tuve un sueño. Nada que ver con la lucha por los derechos civiles de los negros norteamericanos, sino con lo que ha sido y es una de mis pasiones en la vida: el turf.
En efecto, soñé que me tenía que hacer cargo de un hipódromo. Que la entidad que lo dirigía no encontraba otra salida a los permanentes déficit que arrojaban sus balances. Que había muchos interesados, pero que al final me lo adjudicaban a mi. La escena en el sueño era formidable. Camarógrafos, fotógrafos, micrófonos, el intendente de Rosario, varios concejales, la comisión directiva del Jockey Club en pleno, y en el centro de la reunión estaba yo, encandilado por los flashes, lapicera en mano, a punto de firmar el acta de traspaso a mi favor del hipódromo Independencia.
Como corresponde, comencé a darle una rápida leída al texto, para comprobar que era el que habíamos acordado después de muchas deliberaciones con nuestros respectivos abogados. De repente... un grito agudo que partió de mis cuerdas vocales. Era un "noooo..." casi aterrador. Seguidamente... un cachetazo en una de mis mejillas. Latidos al galope en mi pecho. Pulsaciones vertiginosas en mis muñecas. Un sudor frío bajaba de mi frente. Mi esposa, tras propinarme el derechazo, me apantallaba con un diario. Mi hija, presurosa, me traía un vaso con agua y una pastillita para la hipertensión... Entre las dos buscaban más almohadas para que pudiese sentarme entre las sábanas.
Cuando todos recobramos la calma comencé a rebobinar lo que había vivido. Pedí unas galletitas y un café con leche antes de relatarlo a mis familiares directos. Por aquello de que los sueños no se deben contar en ayunas. La primera parte ya la conocen. Ahora explico la causa del grito. Por lo que recuerdo, fue al leer la cláusula del canon que yo debía pagar anualmente para poder explotar el hipódromo y las apuestas foráneas por un mínimo de cuatro años. Mi cerebro dice que el importe era de medio millón de dólares por año. Casi 46.000 dólares mensuales. Más de 1.500 dólares por día. O sea 62 dólares por hora. En definitiva: más de un dólar por minuto. A eso hay que sumarle todos los gastos de un hipódromo: personal, equipamiento, comunicaciones, mantenimiento, servicios, impuestos, etcétera.
En el sueño, lo último que recuerdo es que le mostré esa cláusula al directivo del Jockey Club que tenía más cerca diciéndole que ese importe no era por un año, sino por los cuatro años de la concesión. Que alguien cometió un error de tipeo. Pero el directivo me dijo que esa era la postura de la institución y que no se modificaría en un solo dólar. Después vino el grito... y el resto de la historia. ¿Los sueños se hacen realidad? A veces sí. En todo o en parte. Nunca tuve condiciones de vidente, pero algo me está diciendo en mi fuero interno que el canon de medio millón de dólares por año puede estar en la mente de los directivos del Jockey Club, para privatizar una actividad que según ellos es muy deficitaria.
Y debe serlo, si consideramos que en una reunión del hipódromo Independencia, con la participación de un centenar de caballos aproximadamente, se venden apuestas (con simulcasting incluido) por algo así como 25.000 pesos (poco más de 7.000 dólares), de los que el Club retiene un 30% aproximadamente y con eso debe pagar los premios y todos los gastos del hipódromo. De modo que un concesionario privado debe y puede incrementar la venta de apuestas, mejorar los espectáculos, doblar o triplicar la cantidad de reuniones hípicas anuales (en estos momentos no mucho más de veinte), atraer más apostadores y generar otros recursos como el marketing, la comercialización y la sponsorización, por ejemplo, para salir de los déficit que acusa el Jockey Club.Pero pretender que el concesionario pague medio millón de dólares anuales es condenarlo de antemano a la bancarrota. Si el Jockey Club cree que es posible ganar tanto dinero, en lugar de privatizarlo debería explotarlo como corresponde, de lo que por lo visto no parecen capaces.
Desde ya, les aconsejo que se miren en el espejo de Santa Fe. Sus pares de la capital de la provincia concedieron el hipódromo de Las Flores. Pero el precio del canon es casi ridículo al lado del que acabo de soñar.


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