Año CXXXVI
 Nº 49.679
Rosario,
domingo  01 de
diciembre de 2002
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Un año sin Alianza, tras el diciembre negro
Orlando Barone: "La convertibilidad fue una prostituta muy cara"
El periodista y escritor dijo que el cacerolazo que echó a De la Rúa no tuvo un sentido transformador

Rodolfo Montes / La Capital

Abre la puerta de su casa en un quinto piso del señorial pasaje Rivarola, en pleno centro de Buenos Aires. Las bibliotecas dominan el amplio ambiente donde Orlando Barone (un porteño de origen siciliano nacido en 1941) despliega sus pasiones periodísticas, literarias y políticas no partidarias. Corresponsal y director alternativamente en distintas etapas y medios, Barone pasó por diarios como Clarín, La Razón y el Cronista Comercial. Hoy se destaca como columnista en La Nación, 3 Puntos y Radio Continental. Sus escritos se caracterizan por la aguda e irónica observación sociológica. Su última novela,"La locomotora de fuego", fue finalista del Premio Plaza y Janés, de España. Su obra más leída, "Diálogos Borges Sábato", se reeditó en el 96.
"No soy peronista. Sin embargo reconozco los cambios históricos. Por ejemplo, la gente inventó a Perón en el 45 para producir un cambio. En este momento no está el personaje porque no está claro qué cambio quiere la gente", señaló Barone a La Capital. Para el periodista, ningún biólogo puede avizorar el futuro en ese sentido. También ensayó una original interpretación sobre los sucesos del 19 y 20 de diciembre del 2001.
-¿Cómo es su visión sobre la caída de la convertibilidad?
-La convertibilidad, después del pan dulce y la sidra, que son imbatibles, es el mito más erótico de todos los tiempos. Es como haber tenido en tu cama a la amante más maravillosa, que te hizo vivir sueños fantásticos, pero al mismo tiempo te derrumbaba la fábrica, te destruía la familia, te empobrecía en todos los órdenes. Para los argentinos fue una prostituta carísima, drogadicta y ramplona que anuló las perspectivas de vida reales. La felicidad del pueblo no empieza ni termina con algunas noches de sexo con alguien ajeno a su realidad.
-Buena parte de la sociedad compró esa fantasía erótica.
-Fue como si el diablo inventara un violín con un sonido exquisito y después te lo saca y te deja con un sonido de matraca. Van a pasar muchos años hasta que olvidemos el sonido mágico de los violines, sobre todo aquellos que gozaron de los cocoteros, el Caribe de aguas translúcidas y las 4x4. El duelo por la convertibilidad perdida durará muchos años.
-¿Es pesimista?
-Soy pesimista, realista y poco voluntarista. Es preferible ser un pesimista inteligente antes que un optimista idiota.
-¿El 20 de diciembre fue un día bisagra en la historia argentina?
-Es una banalidad comparar el 20 de diciembre con movimientos populares, unánimes y colosales como fueron el 17 de octubre, la participación popular en el yrigoyenismo e incluso las marchas por la democracia y los derechos humanos a la salida de la dictadura.
-Pero el 19 y 20 el pueblo llenó Plaza de Mayo y cayó un gobierno.
-Hay que ser cuidadoso cuando analizamos las expresiones populares en la Plaza de Mayo. Si bien durante varias décadas quedó el 17 de octubre como la expresión del pueblo -los buenos- llenando la Plaza, después también la llenaron otros que no eran el pueblo -los malos-. La llenó Neustadt con la plaza del Sí, por ejemplo.
-¿A la Plaza de Mayo la puede llenar cualquiera?
-Diría que Neustadt no es cualquiera. Es el hombre de los medios que mejor representó los vaivenes del barco que fue la Argentina durante 35 años. Hizo lo contrario de lo que debe hacer un periodista, que es mantenerse en sus principios sin dejarse llevar por el poder de turno, buscando garantizar el éxito personal.
-¿Cómo califica al movimiento que derribó a De la Rúa?
-El 20 de diciembre fue producto del hartazgo. Ahora, ¿qué tiene que ver el hartazgo del piquetero con el del dueño de una camioneta 4x4 al que le habían encerrado los ahorros en el corralito? De todos modos, derechos tienen todos, incluso los ganadores. Pero las motivaciones son muy distintas. El cacerolazo no tiene dueño, y no tiene sentido político de transformación.
-Muchos lo llegaron a interpretar como el inicio de una renovación política profunda.
-Muchos comunicadores y pensadores que respeto se sumaron equivocadamente al clima de epopeya popular. Pero hubo 30 muertos, y me pregunto ¿para qué?. ¿Para que López Murphy sea candidato?, ¿para que el Senado siga como siempre? Fueron estúpidas muertes, una tragedia que no fue vista como tal.
-¿Fue un quiebre político que quedó sin continuidad?
-El 20 de diciembre no tuvo ideología ni prospectiva, por eso se desvanece irremediablemente. Hubo gente bien intencionada, como Luis Zamora, que se lo creyó desde la idea de la gesta proletaria. Fue ingenuo. También hubo quienes se creyeron el 20 diciembre desde la perspectiva de la clase media, esa del "bazar y menaje".
-¿Quiénes fueron a la Plaza de Mayo y para qué?
-Desde el arranque hay que decir que hubo al menos dos hartazgos antagónicos que convergieron en la Plaza: los que querían derribar el modelo económico y los que pensaban que el problema fue que no se perfeccionó lo suficiente. El resultado del cacerolazo es la dispersión actual de los candidatos, que ninguno pasa el 15%. Si el cacerolazo hubiera tenido una dirección clara hoy tendría un candidato claro.
-¿No existe una síntesis política nueva?
-No. El cacerolazo ajustició a la clase política y se olvidó de los responsables económicos. Fue como ajusticiar al virrey y exculpar al rey. Aunque aclaremos que los políticos se lo merecen.
-¿Cómo le impactó el pedido de Menem de usar a las FFAA para la seguridad interior?
-Menem es un hombre de apostar fuerte; apostó la vida y las haciendas de los argentinos y sacó algunos plenos fugaces. Después la banca se llevó todo, y también a Menem. Produjo un gesto aterrador y vergonzoso. Este es un último intento del jugador, fullero total; una apelación a la disciplina de la dictadura militar. Es impresionante, saca la carta marcada. Yo lo veo perdedor.
-¿Cómo vive el fenómeno de la pobreza creciente, el cirujeo organizado?
-Los que salimos a la calle duchados con agua tibia y con los dientes cepillados con crema dental solemos hasta incomodarnos cuando nos cortan una calle. Y algunos dicen: "A este que está tomando vino no le doy una moneda". Esa gente está en la desesperación y no es posible exigirle ninguna postura estética ni ética. El Estado se desentendió de ejercer un rigor sanitario, higiénico, alimentario y educativo. Y encima exigimos que los pobres de toda pobreza lo lleven adelante por sí mismos.
-¿Cómo califica el tratamiento mediático de la desnutrición?
-Hay un límite difícil. Una cosa es el documento periodístico y otro el morbo con que buena parte del público mira una y otra vez las imágenes de una criatura escuálida de Tucumán. Salvo rarísimas excepciones, los noticieros televisivos están interpretados por actores-conductores. Eso no es periodismo serio.



Para Barone se recuerda una tragedia y no una epopeya. (Foto: Damián Neustadt)
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