Año CXXXVI
 Nº 49.679
Rosario,
domingo  01 de
diciembre de 2002
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Análisis: La peligrosa conjura de los necios

Mauricio Maronna / La Capital

La política parece sumar sólo irresponsables, necios e hipócritas.
Bastó que el dirigente recientemente liberado por la Justicia Raúl Castells denunciara (sin pruebas ni datos fehacientes) que punteros menemistas le ofrecieron dinero para generar caos y saqueos el 20 de diciembre próximo para que la insensatez gane espacio. En cualquier país serio hubieran sobrado los fiscales dispuestos a actuar de oficio para investigar semejante afirmación.
Debe escribirse con todas las letras: fogonear o augurar actos de violencia es una tentación suicida que, de producirse, les daría luz verde a hechos de consecuencias imprevisibles. El aniversario del día en que el atribulado Fernando de la Rúa se retiró del poder, dejando un baño de sangre como estela, debería actuar en la conciencia colectiva como un disparador para hacerle saber a la clase política que todas las promesas de cambio que vociferaron bajo la presión de las cacerolas quedaron en el país del no me acuerdo .
Si el 20 de diciembre se produce un estallido social, volará por los aires la República, no sólo Eduardo Duhalde. ¿Entenderán los pescadores de río revuelto que jugar con esa idea es como arrojar una Molotov en medio de un arsenal? Aunque sea verdad que las promesas de reforma, renovación dirigencial, reducción del costo de la política y cambios en la metodología de selección de candidatos fueron, apenas, un escudo protector para zafar del repudio social.
Nada de eso se logró. Los personajes de la película siguen siendo los mismos y la guerra de guerrillas en el PJ, la UCR y en el ARI-Partido Socialista ofrece el mismo espectáculo: dichos altisonantes y dirigentes peleándose por futuros cargos.
Mientras la devaluación debitó el salario real de los trabajadores y la desocupación galopa como el enigmático caballo de la serie Tumberos, "aquella famosa CGT" es un sello de goma más dispuesto a olfatear quién será el presidente que viene antes que defender la caída en picada de los asalariados.
La izquierda se divide entre el consignismo hueco y oxidado y el asambleísmo revolucionario, un modelo made in Argentina como el dulce de leche y la birome.
Como cantaba Jim Morrison, nadie parece salir vivo de aquí. No pocos dirigentes empresarios se atreven hoy a asomar la cabeza, sepultados por la difusión de listas que evidencian lo que muchos presumían. Antes del desenlace de la crisis y empapados de información confidencial se encargaron de sacar fuertes sumas de dinero hacia el exterior antes que en pensar en reconstruir la Argentina derrumbada. (A propósito, se solicita conocer el paradero de José Ignacio De Mendiguren, fogonero incansable de la devaluación y la pesificación asimétrica).
En medio del despropósito, los candidatos hacen un aporte más a la confusión general al pretender sumar votos amenazando con "sacar las Fuerzas Armadas a la calle" o "derogar toda la legislación vigente". Aunque con índices de intención de votos raídos, los impulsores de esas medidas, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá, marchan al frente de las encuestas. Y el ex militar carapintada Aldo Rico lidera los sondeos como postulante a la Gobernación bonaerense. "Con las provincias y los partidos fragmentados, ¿cómo se gobierna un país? Argentina está tiernita para el fascismo; para que venga el gran jefe, decrete un enemigo y lo masacre", escribió con acidez el filósofo Tomás Abraham en 3 Puntos.
Santa Fe no parece haber quedado al margen de los desvaríos con la modificación a la ley de lemas. Ahora bien, los mismos opositores al PJ que hoy se rasgan las vestiduras son los mismos que, en el 2001, impidieron que salgan a la luz los decretos reglamentarios de la norma, que, entre otras cosas, hubieran impedido el festival de boletas de las últimas elecciones, la aparición del ARI trucho y de concejales tan bizarros como los personajes de los talk-show.
Actuando como corporación, los ediles, pese a la opinión inmensamente mayoritaria de la sociedad, critican una decisión acertada de la administración Reutemann: la reducción a la mitad de los integrantes del Palacio Vasallo.
Si se apela al sentido común (y si de los laberintos se sale por arriba) la ley de lemas debería morir con su derogación y no sobrevivir con artilugios. También acá se anotan los hipócritas que plantean la eliminación, pero nada dicen sobre el feroz internismo que reaparecería en la provincia con elecciones cerradas y entregadas mansamente a los aparatos más poderosos.
La saga vivida en la Legislatura avizora para el peronismo un futuro negro si el Lole no es candidato presidencial y resigna su condición de jefe partidario. Si esa situación se produce, volverán las "cooperativas" y las luchas palaciegas. Reutemann salvó al PJ en el 91 de perder la provincia y, sin él en escena, los riesgos peronistas reaparecerán como la peor de las pesadillas.
Hermes Binner se frota las manos pensando en esa opción.



Fogonear actos de violencia el día 20 es irresponsable.
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