Año CXXXVI
 Nº 49.679
Rosario,
domingo  01 de
diciembre de 2002
Min 17º
Máx 24º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Editorial
Debate que urge definir

La cuestión, que ha merecido en estos últimos días destacado espacio en la tapa de La Capital, sacude a la sociedad rosarina y amerita abrir el foro de discusión. La elevada cantidad de aspirantes a ingresar a la carrera de medicina de la UNR, nada menos que dos mil quinientos contra el promedio de mil que ostentan otras universidades del país, desbordaría la estructura de la facultad y el decanato -apoyado por los docentes- no vaciló en proponer la abolición del ingreso irrestricto como única solución para contener de manera eficiente la multitudinaria demanda.
La sugerencia resulta, sin dudas, dolorosa y ha sido efectuada -también sin dudas- con dolor. Es que la restricción del acceso a la población a los estudios superiores no puede ser planteada desde un lugar diferente, más aún si se recuerdan los pilares que han sostenido el ideario que alimentó la diluida grandeza de la Argentina en el terreno educativo: libre, gratuita, laica. Sobre esa base pluralista y democrática sentaron sus avances el conocimiento científico, el saber técnico y el pensamiento humanístico, que formaron hombres destinados a engrandecer a la Nación. Pero todo eso es lejano pasado: el presente significa emergencia pura. Y en ese marco, al que se le debe sumar la subestimación del rigor educativo que parece campear en los claustros de la mano del infantilismo político y la pérdida del rumbo social, todo indica que la lucidez se sitúa del lado de los docentes y el decanato, quienes aspiran a conservar el nivel académico, objetivo imposible de plasmar si llegara a ingresar la totalidad de los postulantes.
Se trata de un asunto delicado, más aún si se recuerda que los exámenes de ingreso fueron en el país la política aplicada por regímenes dictatoriales que gobernaron mediante la práctica sistemática del terror. Pero el tiempo presente merece -acaso justifica- excepciones. Con la obvia intención de administrar con sabiduría los recursos. Y de cuidar, en síntesis, lo que ahora falta.
Esa, acaso, debería ser la base de todos los razonamientos y la plataforma de las futuras decisiones: una aproximación realista al asunto, ajena -por única vez- a los grandes lineamientos ideológicos. No son estos, por cierto, momentos adecuados para levantar banderas de corte idealista, sino de dar respuestas concretas a reclamos urgentes. Por el bien de todos los rosarinos.


Diario La Capital todos los derechos reservados