Año CXXXVI
 Nº 49.672
Rosario,
domingo  24 de
noviembre de 2002
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Para comer, mucha gente vende lo que le queda
Los bancos de empeño son el último recurso de quienes pierden lo que ganaron con años de trabajo

Juan José Lagorio

Derrotada por la peor crisis económica de la historia argentina, Ana María aguarda junto a cientos de personas frente a un banco en el centro de Buenos Aires para empeñar un anillo y un colgante de oro que su esposo le regaló en un aniversario de bodas unos años atrás.
"Mi marido no sabe nada que yo vine acá porque sino me mata, pero ¿Qué se puede hacer? ¿Salir a robar? No. Una es gente de trabajo. Si hoy andamos mal, bueno, iremos vendiendo lo que tenemos, por mucho que nos duela", dijo resignada.
Tiene 51 años. Viste elegantemente y su piel dorada din duda alguna vez la calentó el sol del Caribe. Se expresa haciendo gala de un rico vocabulario y un amplia cultura.
Pero Ana María y su esposo, que como tantos millones de argentinos disfrutaron de las mieles del auge económico durante la década de 1990, ahora son víctimas de la peor depresión en la historia de Argentina.
Cientos de miles de personas quedaron desocupadas, y la mitad de la población se sumió en la pobreza, que empujó a cientos de miles de argentinos desempleados a buscar incluso alimentos entre la basura que desechan otros más afortunados.
Ana María aún no llegó a ese extremo, pero empeñó ese anillo y ese collar tan preciados y a cambio de un puñado de pesos que apenas le alcanzará para pagar sus impuestos. Su caso dejó de ser algo raro, tal como se refleja en las casas de empeño de las principales ciudades del país.
A pocos metros, Eva, de 61 años, espera pacientemente en la fila para empeñar algunas copas, platos y cubiertos. "Para tener lo que tengo trabajé toda mi vida. ¿Sabés lo que duele venir acá? Es tremendo. Pero bueno, se come con un tenedor, no con dos", dice Eva, justificando su decisión de desprenderse de un antiguo juego de vajilla.
Cada día, miles de argentinos acuden a entidades financieras, casas de empeño y negocios de compra y venta de objetos usados para vender desde cuadros hasta discos compactos y hacerse de algunos pesos para llegar a fin de mes.
Según Jorge Suárez, gerente del departamento de empeños del Banco de la Ciudad de Buenos Aires, el mayor centro de empeños del país, a comienzos del 2002 se duplicó el número de personas que acudían a entregar objetos valiosos.
Para mediados de noviembre el banco registraba un aumento de los empeños del 20% respecto del nivel de un año antes.
Pero también se han incrementado hasta tres veces las operaciones de venta de objetos al banco, en las que el vendedor no tiene chances de recuperarlos en el futuro.
"A partir de diciembre (del 2001) tuvimos una afluencia de gente fuera de lo común. Nos desbordó", aseguró Suárez.
"Originalmente era una operativa que tenía gente de clase más baja o muy alta. Las dos puntas. Hoy en día hay una clase media mayoritaria", explicó.
Entre los bienes empeñados que los dueños no pudieron rescatar y que se encuentran para subastar aparecen cuadros de destacados pintores como Raúl Soldi, Antonio Berni, Adolfo Nigro y Lino Spilimbergo a precios de base que llegan hasta los 8.000 pesos (2.250 dólares).
Además, hay costosos relojes, cadenas, anillos, brillantes, sillones, muebles y hasta pianos en busca de nuevos dueños por valores que oscilan entre los 300 y los 6.000 pesos. La actividad del Banco Ciudad en ese rubro creció de tal forma que la entidad se encuentra en la búsqueda de tasadores porque no da abasto para atender la demanda.

Entre bóvedas y meteoritos
Además de los empeños, la crisis generó un crecimiento de la oferta de bienes usados, así como los clubes de trueque en los que se maneja una moneda de fantasía, y nacieron espacios en las radios en las que los oyentes ofrecen productos de segunda mano.
"Tengo parcela en (el cementerio privado) Jardín de Paz. La vendo a precio regalado o permuto por un armario grande", ofreció días pasados un oyente de Radio Mitre. "Cambio alguna ropa por alguien que me pueda limpiar unos ventanales enormes", ofreció otro radioescucha más tarde.
Las insólitas ofertas formaron parte del "Rincón de Oportunidades", un segmento en el que los oyentes pueden llamar para ofrecer aquellos bienes que deseen vender.
En el primer día al aire de esta iniciativa, la emisora recibió 500 llamados y, en la actualidad, llegan diariamente entre correos electrónicos y mensajes por teléfono cerca de 1.000 propuestas.
El auge fue tan grande que el segmento se transformo en un programa de dos horas durante los fines de semana, según explicaron los responsables del ciclo.
"El factor necesidad influye muchísimo porque la gente se desprende de algunas cosas que encierran un valor muy personal u ofrece cosas de lo más extravagantes", dijo una de las productoras del ciclo.
Una de las propuestas más extrañas fue la de un oyente que se empeñó en ofrecer un meteorito. (Reuters)



Relojes, joyas y otros objetos abarrotan casas de empeño.
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