Año CXXXVI
 Nº 49.672
Rosario,
domingo  24 de
noviembre de 2002
Min 20º
Máx 32º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





La socióloga analiza el lugar del adulto que da limosna
Alicia Lezcano: "Los chicos no trabajan amenazados"
"Los pibes ya no tratan de comprarse a la gente: venden, piden, y si no les das, responden con violencia", dice

Laura Vilche / La Capital

"Los pibes que trabajan en la calle ya no tratan de comprarse a la gente, tienen un estilo descarnado, acorde a los tiempos que corren: venden, piden y piden, y si no se les da, responden con violencia". Así caracteriza la socióloga Alicia Lezcano una de las tantas aristas del trabajo infantil, área en la que se especializa y por la que disertó en Rosario invitada por la Asociación Chicos. Lezcano instrumentó el censo que en el 95 se realizó sobre el tema en esta ciudad y también participó de uno más reciente en Capital Federal. Asegura que los chicos que trabajan en las calles rosarinas echan por tierra un viejo mito: "El chico no busca ingresos amenazado por un padre alcohólico que le pega si no lleva dinero. Nadie lo manda. Trabaja, y cada vez más, por la desocupación, y su familia apela a esa estrategia para sobrevivir y comer".
-¿Qué otros datos coincidentes encontró en los censos de Rosario y Capital?
-Los trabajadores infantiles de ambas ciudades son más varones que nenas, ellas hacen trabajos menos visibles como limpieza en hogares o prostitución. Además coinciden en la franja etaria: la mayoría va de los 10 a los 15 años. Algo también coincidente es el hecho de que ahora los chicos, en lugar de salir a buscar unas monedas, trabajan por comida y ropa. Ya no es el timbreo y la pregunta: "¿Tiene algo que me dea?". Hacen un mandado, barren, limpian. Actividades de minutos por algo de plata que luego destinan a sus familias para comprar comida.
-Además de esos mandados, ¿qué otros trabajos realizan?
-Hasta el 2001 había mucha mendicidad abierta y encubierta, esto es, venta de flores y almanaques. A eso se suman las aperturas de las puertas de los coches, la limpieza de parabrisas y ahora el cirujeo.
-¿A qué edad estos chicos salen en general a trabajar a la calle?
-Si salen con el grupo familiar, a los 3 años, si no, a los 8 años. En Buenos Aires llegan a trasladarse una hora o más en tren. Y algo que vemos en ambas ciudades es que han "tomado" todo tipo de esquina, ya no se mueven sólo en Pellegrini y Oroño o la plaza Sarmiento. Ahora piden y venden por toda la ciudad.
-Usted dice que tienen un estilo más agresivo.
-Es que no hacen el trabajo previo, ya no se preocupan en enternecer con su discurso. Sus necesidades son extremas y directamente piden. Si no querés que te limpien el vidrio, piden plata, si no tenés, un cigarrillo, y si no, el helado que estás comiendo.
-¿Si se da una moneda, se es cómplice del trabajo infantil?
-Cada uno tiene que hacer lo que pueda, si se quiere dar, se da, y si no se tiene, sin culpas y sin agresión, hay que decir que "no". Yo sé que ver a un chico trabajar o pedir provoca angustia y contradicciones. Porque un chico no debería trabajar, pero tampoco sus padres deberían estar desocupados y vivir en la indigencia. El Estado debe brindarle oportunidades a ese padre para que trabaje. Nadie con seis hijos puede vivir con 150 lecops de un plan Jefe de Hogar, nadie puede sostener a una familia así con un bolsón de comida. Sin políticas para esa gente, ¿cómo podemos pensar que recurran a estrategias más dignas para sobrevivir?
-Hablando de agresión, no es nada agradable ver que se echa a un chico de un restaurante, pero es habitual.
-Sí, porque a la gente le molesta mucho que le pidan o vendan mientras come. Hay empresas de hamburguesas que hasta pensaron en hacer un trabajo con los clientes por ese motivo, luego quedó en la nada. Es una pena porque no me parece poco importante, de todos modos pienso que antes de echar a un chico agresivamente se puede apelar a decirle que pase más tarde a buscar la comida que uno puede prepararle especialmente. Esa es una salida y el pibe lo entiende bien.
-¿Usted le da la moneda al chico que le abre la puerta del taxi?
-Sí, porque entiendo que así le puedo ayudar a comer. Creo que hay otras actitudes que son más jorobadas, como la de llevarse a los chicos a la casa, bañarlos, darles de comer y querer buscarles un hogar. Los chicos que trabajan en la calle tienen familia y es el Estado quien se debe hacer cargo de que ese grupo familiar pueda contenerlos. El impulso de querer solucionarle al chico en dos segundos lo que nunca tuvo es contraproducente.
-¿Qué opina de la ley para erradicar el trabajo infantil que aprobó la Legislatura porteña hace algunas semanas?
-Es demagógica porque desconoce la problemática y no dice con qué recursos la implementarán. No basta con llevar a la escuela a un chico que trabaja en la calle. Porque un chico acostumbrado a trabajar tiene características particulares: son semianalfabetos, o sea, manejan lo monetario y tienen buena socialización pero apenas pueden escribir. Hay organismos internacionales que hablan mucho del niño, de sus derechos a ser niño, pero, se es niño siendo niño, no con potencialidades de la infancia impedidas. ¿Qué se piensa? ¿Que comenzarán a estudiar de un día para otro? ¿Qué escuelas están preparadas para atender a estos chicos? Una ley seria debería hablar de cómo se generará empleo para los padres de esos chicos.



La especialista derrumbó un mito urbano de mendicidad. (Foto: Alfredo Celoria)
Ampliar Foto
Diario La Capital todos los derechos reservados