Año CXXXVI
 Nº 49.668
Rosario,
miércoles  20 de
noviembre de 2002
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En la línea de fuego
Los niños son más vulnerables frente a la utilización indiscriminada de químicos

"Los chicos son como canarios en la mira". Con esta gráfica y dramática metáfora, la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gro Harlem Brundtland, describió la vulnerabilidad de las futuras generaciones ante la degradación del ambiente y sus consecuencias sobre la salud. Las estadísticas son un claro ejemplo de las peligrosas consecuencias que tienen sobre los niños la exposición a contaminantes químicos: alrededor de 12 millones de menores de 18 años sufren de una o más deficiencias del neurodesarrollo -defectos del habla, sorderas, y retrasos en el aprendizaje, entre otros-. El déficit de atención-hiperactividad afecta a casi un 17% de los niños en edad escolar, mientras que el incremento en el registro de autistas, sólo en el estado de California, fue del 210% entre 1977 y 1988, y aproximadamente el 1% de todos los niños sufre de retraso mental.
  Pese a que extrapolar cifras de un país a otro carece de rigor científico, la situación en la Argentina -un territorio caracterizado por la ausencia de estadísticas—, no es ajena a la tendencia mundial. "Presentimos que en la Argentina hay una mayor incidencia de las enfermedades oncohematológicas en chicos menores de 25 años, en algunos lugares más que en otros", aseguró Lilian Corra. Con la experiencia recogida en su cargo como vicepresidente de la Sociedad Internacional de Médicos por el Ambiente (Isde) y otras instituciones dedicadas a la salud de los niños, la doctora Corra es una voz autorizada para abordar un problema que está tomando características planetarias.
  "Entre los contaminantes más comunes que aumentaron su uso en los últimos 50 años, están el mercurio y el plomo; metales pesados que atraviesan la placenta y que una vez que entran en el ciclo alimentario, se concentran en el ser humano", aseguró. "El plomo -agregó- compite con el calcio; entonces muchas veces los chicos que no tienen una buena alimentación, toman el plomo del ambiente porque es muy abundante, mucho más en los ambientes empobrecidos".
  Además de encontrarse en las naftas, el plomo se halla en las pinturas, en el agua -las cañerías y lo sellantes por donde pasa el líquido hacia los hogares-, en las cerámicas de las ollas, en las latas de alimentos y en los colorantes que se utilizan en los elementos de la cocina.
  "Los chicos, que están en contacto diario con todos estos elementos, corren peligro porque el plomo produce una inhibición del centro de la violencia, una disminución de la memoria y un aumento de su irritabilidad, volviéndolos más antisociales", detalló.
  Pese a lo preocupante de la situación, Corra parece dispuesta a dar batalla porque, como bien dice, "esto es absolutamente revertible: si el hombre fue capaz de introducir estos contaminantes en el ambiente, también puede retirarlos".
  En una evidente contradicción con el principio ambiental que habla de la "preservación de las generaciones futuras", los niños se encuentran en la línea de fuego de las intoxicaciones por químicos neurotóxicos. Atentos a este potencial peligro para el desarrollo de las generaciones actuales y por venir, la Asociación Argentina de Médicos por el Medio Ambiente (Aamma) presentó el libro "En la línea de fuego; amenazas tóxicas para el desarrollo del niño", donde se realiza un pormenorizado análisis sobre estos contaminantes.
  La obra en cuestión pone de manifiesto lo que los científicos vienen comprobando en las últimas décadas: muchas sustancias químicas pueden interferir con las hormonas, un problema al que denominaron disrupción endócrina. Los sistemas hormonales desempeñan un papel fundamental en los procesos humanos que abarcan desde el desarrollo sexual al comportamiento, la inteligencia y el funcionamiento del sistema inmunitario. Sin dejar a un costado el peligro que estas sustancias representan en la mutación genética, el cáncer y las malformaciones congénitas, los especialistas investigaron mecanismos nuevos mediante los cuales los químicos trastornan los procesos biológicos normales y socavan la salud y el bienestar.
  Al descubrirse recientemente por qué las sustancias son tóxicas en los seres en desarrollo, se comenzaron a manejar conceptos diferentes. "Las sustancias pueden ser no tóxicas para un adulto de 70 kilos, desarrollado, pero sí para un ser en crecimiento. Hay momentos en que el feto está creciendo y desarrollando cualidades o sistemas que va a utilizar cuando sea adulto, que con la exposición a un determinado tóxico puede causarle un problema de por vida o una enfermedad que se le exprese 15 o 20 años después".
  Esta nueva visión revé el concepto de toxicidad que se tuvo hasta el momento, la idea de que lo que se creía que era o no tóxico, y por lo tanto, es necesario cuestionarse si el vertido de una sustancia está damnificando un potencial ser humano. "En un momento determinado, habiendo traído una carga genética completa y sana, el chico no puede defenderse de una determinada enfermedad o desarrolla alguna dolencia, como podría ser una leucemina en etapas tempranas, justamente porque su mensaje genético ha sido tergiversado; entonces debo preguntarme si esa sustancia debería estar en el ambiente o no", destacó Corra.
  "Muy pocas de esta enorme cantidad de sustancias están probadas para toxicidad en el adulto; muy pocas están testeadas para seres en desarrollo, y casi ninguna para ver si alteran el neurodesarrollo o el código genético", apuntó. (Télam)


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