Año CXXXV
 Nº 49.654
Rosario,
miércoles  06 de
noviembre de 2002
Min 14º
Máx 24º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Estaban en el antiguo carrusel de la plaza López
Robaron los elefantes de una calesita y pidieron "rescate"
Una mujer dijo haberlos encontrado y solicitó dinero cuando fue a devolverlos

Pablo R. Procopio / La Capital

Jorgelina quedó estupefacta. Le faltaban los dos elefantitos. Sí, los dos paquidermos plásticos que desde hace 35 años giran engrampados a la base de la calesita: el emblemático carrusel de la plaza López. Jorgelina no los encontraba, radicó una denuncia, pero a los pocos días alguien fue a llevárselos. Dijo que los había encontrado tirados y pidió un rescate a cambio de la entrega.
Son dos figuras pequeñas (unos 75 centímetros de alto), parte indeleble de una de las pocas calesitas que todavía quedan en el centro de Rosario, el juego predilecto de los bien chiquititos que tampoco logró permanecer ajeno a los actos de vandalismo.
Jorgelina Bravo es griega, su acento lo evidencia. Junto a su marido, Juan Mitsis, es la dueña del carrusel emplazado casi en la esquina del pasaje Alfonsina Storni y Buenos Aires. Un divertimento que ya lleva 50 años girando en ese lugar.
Hace un mes, la mujer llegó, como siempre, a abrir su negocio y se encontró con la sorpresa. En la comisaría cuarta denunció el robo de los dos elefantes, los animalitos más chicos de la calesita, en rosa y celeste.
Tres días más tarde, cuando su hija y su marido estaban a cargo del juego, se presentó una señora con las dos mascotas en sus brazos. "Encontré esto en la plaza Libertad", dijo la mujer en actitud sospechosa. Suena raro que alguien pueda hallar elefantes tirados en una plaza y más insólito todavía que sepa adónde pertenecen.
La hija de Jorgelina escuchó atenta el relato de la mujer. Sus dichos intentaban ser convincentes, pero de repente generaron aún más sorpresa: "Si quiere, puede darme algún peso (por los elefantes)", atinó a mangar.
La respuesta fue en principio negativa, pero dejó el camino abierto. "El día está horrible (llovía a cántaros), no se puede trabajar; cuando hagamos un poco de dinero, algo le voy a dar", sostuvo como única contestación.
La aparente secuestradora se fue. A los dos días volvió un representante, su hijo. De vuelta en el carrusel, Jorgelina inmediatamente se dio cuenta qué quería y a qué iba. Por eso, y antes de que el chico atinara a repetir el pedido de la madre, fue interrumpido por la propietaria de la calesita. "Perdoname pero no te voy dar nada", expresó. El adolescente se retiró y el reintento del rescate quedó trunco.
De todos modos, regresó el ensañamiento contra los animales plásticos. Unos 20 días después, el de color celeste volvió a esfumarse. Pero estaba cerca. Había sido colgado en la punta de un pino a 15 metros de altura.



Jorgelina no pagó el rescate, pero recupero el elefante.
Ampliar Foto
Diario La Capital todos los derechos reservados