Año CXXXV
 Nº 49.644
Rosario,
domingo  27 de
octubre de 2002
Min 16º
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Editorial
Rosario, motor del cambio

El diseño de una ciudad renovada, reconvertida, adecuada a sus necesidades y a sus capacidades, que tomó fuerza en la década de los noventa, fue quedando suspendido por la crisis más agresiva que se recuerde en el país. No obstante, a medida que la economía fue alcanzando cierta estabilidad, también fue regresando el interés por continuar la tarea de repensar a Rosario, tanto desde un plan estratégico de obras de infraestructura como del perfil productivo en que debe concentrarse. Por ahora se trata de opiniones individuales de algunos profesionales reconocidos, tal como publicó La Capital en su edición del último domingo, pero quizás a corto plazo se deba comenzar a tener definiciones más concretas de las secretarías de Planeamiento y Producción, tanto en el orden municipal como provincial.
Y es que esa ilusión, razonable y merecida, de ver a Rosario como sede de un gran polo de desarrollo regional, de repercusión nacional e internacional y con mayor autonomía administrativa, sigue vigente y pocos se resignan a que caiga. Más aún cuando el puerto, factor determinante en la historia de su crecimiento, ha recuperado protagonismo, y el puente a Victoria, obra emblemática para la integración, ya tiene asignado el presupuesto a fin de que la empresa concluya en marzo el resto de la imponente obra.
Desde luego, Rosario ya es una mejor ciudad; lo reconocen quienes llegan aquí después de varios años y se encuentran con sus extensos parques sobre la costanera y con un mayor aprovechamiento del río para el esparcimiento de sus habitantes; por el buen trabajo que se realiza en materia de salud; por la preocupación constante de su patrimonio cultural y, entre otros matices, por su espíritu solidario con aquellos que arriban de zonas castigadas o de la pobreza más extrema. Existe una población mucho más sensibilizada frente al drama de cualquier ser humano y al mismo tiempo preocupada en encontrar proyectos de vida para sí y para sus hijos.
Para ello, precisamente, la ciudad deberá aunar criterios y esfuerzos, y poner todos sus instrumentos de formación y ejecución con el impostergable objetivo de plasmar el futuro. El nuevo país que asoma, vinculado indisolublemente a la noción de producción, puede tener en Rosario a uno de sus principales motores. La ciudad merece una resurrección, y está dispuesta a conseguirla.


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