Río de Janeiro. - Controlar las facciones más izquierdistas de su Partido de los Trabajadores (PT) será uno de los principales desafíos que enfrentará el líder izquierdista Luiz Inacio Lula da Silva, el seguro ganador de las elecciones presidenciales del próximo domingo en Brasil. Los grupos radicales no son mayoritarios en el PT, pero constituyen una minoría ruidosa y exigente, que mantiene su influencia en el partido gracias al entusiasmo de sus militantes. A lo largo de los últimos meses, los llamados "xiítas del PT" se mantuvieron silenciosos, y no han criticado el discurso moderado de Lula da Silva, que le permitió conquistar no sólo un amplio liderazgo de punta a punta de la campaña presidencial, sino también el apoyo de políticos conservadores y de sectores del empresariado.
Pero la "tregua" de los radicales terminará en la próxima semana. Las facciones de la "izquierda" del PT, que lograron elegir a 26 de los 91 representantes que tendrá el partido en la Cámara baja, programaron una reunión para el próximo lunes, apenas se confirme la victoria de Lula, en la que definirán sus expectativas en torno al futuro gobierno.
Los dirigentes de la corriente mayoritaria moderada "Articulacao", que comanda el PT desde su fundación, confían en que, desde la presidencia, Lula logrará convencer a los "radicales" a conformarse con una gestión más al centro de lo que desearían. Un dirigente del PT admitió la posibilidad de que integrantes de las facciones de la izquierda del partido sean invitados a ocupar algún cargo público, como compensación por su cooperación en favor de la gobernabilidad del país. Sin embargo, oficialmente la dirección del PT no confirma esa opción y asegura que el gabinete de un gobierno Lula será formado "por los mejores cuadros, vengan de donde vengan", según las palabras del secretario de organización del partido, Silvio Pereira.
La tarea de "pacificar a los radicales" puede revelarse más difícil que lo esperado por Lula. Aun antes de la elección del domingo, algunos izquierdistas del partido empiezan a romper la "tregua" y formular críticas a algunos compromisos asumidos por el candidato, como el de mantener la política de ajuste definida por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso con el Fondo Monetario Internacional (FMI). "Si Lula mantiene esa estructura, su gobierno no hará otra cosa sino recortar gastos", afirmó Raúl Pont, de la facción "Democracia Socialista" del PT.
Idéntica posición expresó el diputado Nelson Pelegrino, de la corriente "Fuerza Socialista", quien aboga por una renegociación del acuerdo con el FMI, que obliga el gobierno a lograr un superávit primario del 3,75 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2003. "Lula sabe que hay una inmensa expectativa por su victoria y no puede decepcionar al país", expresó Pelegrino.
Giro hacia el centro
El candidato, sin embargo, parece estar consciente de que, tan segura como su victoria en las urnas del domingo es la necesidad de buscar apoyos en el centro para gobernar el país, ya que los partidos de izquierda que apoyan su candidatura seguirán siendo claramente minoritarios en el Congreso. En los últimos días de la campaña proselitista, Lula ya empieza a tender los puentes hacia los futuros acuerdos, al afirmar que pretende ejercer el poder "sin rencores" y formar un "gobierno de unión nacional".
"Voy a hablar con todos. No puedo decidir anticipadamente que uno u otro sector o que uno u otro político no pueda participar en el diálogo", prometió el ex sindicalista, en una reciente entrevista a la televisión brasileña, en la que dejó en claro que no cerrará las puertas de la negociación ni siquiera a la derecha. (DPA)
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