Año CXXXV
 Nº 49.640
Rosario,
miércoles  23 de
octubre de 2002
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La escritura literaria en la escuela
Patricia Suárez: "Leyendo, los males no son tan graves como parecen"
La escritora habla del oficio de narrar historias y el papel que en esto tienen los docentes

Para la escritora Patricia Suárez el condimento indispensable para animarse a la escritura literaria es la lectura. Es que, según afirma, "leyendo los males no son tan graves como parecen", por lo que se anima a agregar que "una hora de lectura le pone a cualquiera el corazón en su sitio", y que para decidirse a la escritura sólo hace falta tener "paciencia de hormiga y corazón de león".
La escritora nacida en Rosario es autora de muchas publicaciones y libros, entre ellos "Aparte del principio de la realidad", "Rata paseandera" e "Historia del pollito Belleza", entre otros. Acaba de publicar "La escritura literaria: cómo y qué leer para escribir", de Homo Sapiens ediciones; un libro destinado a los educadores, pero también a todos los que piensan que escribiendo "se puede dejar una señal de paso por el mundo". Patricia Suárez será la próxima disertante del ciclo de conferencias organizado por el programa "El diario en el aula" de La Capital, Homo Sapiens Ediciones y la Escuela Normal Nº2 de Rosario (ver aparte).
-¿Por qué y para qué escribir en la escuela?
-Tal vez la pregunta debería ser por qué y para qué escribir, no importa el ámbito en que se haga. Indudablemente, cuanto antes se tenga una práctica de la escritura literaria, antes se allanarán dificultades. La escritura puede tener distintos objetivos: la expresión literaria o el registro de la vida cotidiana en un diario íntimo, por ejemplo, o una iniciación y práctica de la literatura. Probablemente en edad escolar se deba incentivar antes que nada la lectura por placer: la lectura de libros, y lo que hoy se llama renarración, o sea, estimular la oralidad de los chicos contando historias ya fueran éstas inventadas o leídas. No obstante, y esto es fundamental, las docentes o bibliotecarias que estimulen la actividad lectora, deben ser ellas mismas lectoras y en la medida de lo posible, grandes lectoras, ávidas lectoras. Esto no puede obviarse. No puede enseñar a nadar alguien que nunca se ha metido en el agua.
-Para animarse a la escritura literaria puede haber muchos caminos, ¿cuál es el indispensable?
-Leer. No hay escritor que no sea un gran lector; sólo leyendo crearemos un criterio con el cual juzgar, a la larga o a la corta, nuestra escritura. Se lee para muchas cosas, para pensar, para divertirse, para sentirse acompañado. Leyendo nuestros males no son tan graves ni únicos como nos parecen; una hora de lectura le pone a cualquiera el corazón en su sitio. Los libros buenos dan envidia y ganas de emularlos; los libros malos nos enseñan qué no debería uno escribir o qué hubiera hecho uno para mejorarlo. Para decidirse a escribir hay que tener paciencia de hormiga y corazón de león. Indudablemente nuestros primeros escritos nunca serán una obra magna de la literatura, pero no hay modo de llegar a ser escritor si no es atravesando estos caminos arduos de la escritura una y otra vez y la corrección una, otra vez y la siguiente. Tanto en los chicos como en los adultos, el problema principal suele ser la trascodificación de "aquella idea/historia que se tenía en la cabeza" al papel. Nunca sale tan perfecto como uno esperaba; los primeros textos suelen ser una lucha contra las decepciones y el deseo de abandonar. A veces concurrir a talleres literarios allana estos caminos. También es cierto, porque lo que yo pude comprobar, que las mujeres de entre 30 y 40 años, que a lo largo de su vida han tenido un fuerte contacto con la literatura (son profesoras, docentes, bibliotecarias o lectoras empedernidas) escriben con una facilidad pasmosa.
-El escritor Aidan Chambers -premio Andersen de literatura- dio como consejo a los escritores principiantes: "Cuando se trata de escribir eres lo que lees". ¿Coincidís con esta opinión?
-Completamente. Un lector desprejuiciado y voraz se sentirá mejor acompañado y menos enjuiciado a la hora de escribir sus primeros lances que un lector que se limita a la lectura de determinados géneros o un no-lector.
-¿Qué papel le toca al docente como promotor de la escritura literaria (más allá de la hora de lengua)?
-En primer lugar, leer, ser lector. Para ser un promotor de la escritura literaria hay que pasar por la escollera de ser un promotor de la lectura de libros: vale decir, estimular la lectura, la renarración, el préstamo de libros; la "asamblea" de textos en donde los lectores cuenten sus experiencias con la lectura; la lectura en voz alta entre distintos promotores (niños que leen a sus padres, abuelos que cuentan historias en las aulas, etcétera); y luego, estimular el llevar las libretas o fichas en que se anoten las diferentes lecturas que cada uno hace; la escritura de diarios de lecturas (individuales o grupales) o diarios íntimos; la escritura de historias personales y familiares (aquello que llamamos el idiolecto familiar). Las historias personales, familiares sobre todo, son muy importantes para el escritor que se inicia. Luego de este paso por lo propio, cada escritor decidirá cuál es su relación con la escritura, si sólo desea expresarse o si desea crear ficciones. Así como se lee por muy diferentes razones, también se escribe por diferentes causas. Pero sobre todo, uno lo hace para sentirse mejor con nuestro pasado, para dejar la señal de nuestro paso por el mundo, para enfrentar la muerte y para acompañar a otro con nuestra escritura, otro lector que puede sentirse tan solo como nosotros nos hemos sentido muchas veces a la hora de escoger un libro.
M.I.



Suárez: "No hay escritor que no sea un gran lector".
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