Año CXXXV
 Nº 49.631
Rosario,
lunes  14 de
octubre de 2002
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El músico de jazz estuvo en el ciclo de grandes pianistas argentinos
Horacio Larumbe: "Sólo toco si tengo garantizada la paz"
El pianista habló de su infancia, recordó sus años en Suecia y afirmó que la fusión "es un terreno muy peligroso"

José L. Cavazza / Escenario

A los 5 años decidió que quería tocar el piano, y a los 7 ya no podía ver. A los 17 se convirtió en músico profesional y desde entonces tocó con todos, desde Sandro hasta Chick Corea, pasando por Randy Brecker, Marc Johnson, Joe La Barbera, el Gato Barbieri y Hermeto Pascoal. Horacio Larumbe, uno de los músicos más reconocidos del panorama jazzero de la Argentina, tocó el fin de semana en el Parque de España, en el ciclo de grandes pianistas.
-Usted tocó con todos, desde Sandro hasta Chick Corea, ¿cómo explica esa apertura?
-Porque vivía de la música, nunca tuve otra actividad. Es muy difícil vivir en Argentina del jazz, salvo que uno sea un tipo reconocido internacionalmente. Hay un montón de jazzeros que tocan muy bien y que tienen que trabajar de sesionista, que es lo que yo hice durante muchos años.
-¿Con quien le gustó más tocar?
-Hace un instante estaba escuchando a (Keith) Jarrett tocando los "24 preludios para piano" de Shostakovich, y me digo: "Qué cosa tan distinta a Bill Evans". Quiero decir que cada uno tiene lo suyo y es difícil asegurar cuál es mejor. De todos modos, tengo un gran recuerdo del día en que toqué con Corea; fue increíble. Tocamos como dos horas y no nos queríamos bajar del escenario. Toqué con muchísimos músicos que vinieron a la Argentina, entre ellos las bandas de Count Basie y Duke Ellington.
-¿La infancia fue el lugar donde se moldeó su amor por la música y por el piano?
-Sí. Yo decidí a los cinco años, en la medida que uno puede decidir a esa edad, que quería tocar el piano. En Lincoln, donde vivía, al lado de mi casa vivían dos pianistas muy buenas. Estudié con ellas hasta que mi familia, a raíz de mi enfermedad en la vista, se trasladó a Buenos Aires, donde empecé a estudiar con Rafael González, un gran concertista que luego fue director del Teatro Colón. Aquellos aprendizajes con los grandes maestros uno no se los olvida más.
-¿Cuándo empezó a escuchar jazz?
-Mi primer contacto con el jazz lo tuve a los 16 años. Un amigo que tocaba el contrabajo me llevó una mañana al ensayo del grupo donde tocaba y me quedé pegado; no podía creer lo que estaba escuchando y empecé a preguntar cómo era eso, cómo se improvisaba, cuál era el secreto. Así empecé con el jazz.
-¿Cómo eran aquellos sonidos, los primeros que pueda recordar?
-Un amigo trompetista que vive en Aruba, algo mayor que yo, me habló de un pianista canadiense, ciego como yo, me hizo escuchar sus discos cuando yo era un niño, y ese sonido me impresionó. Fue lo primero que escuché concientemente.
-¿Ser ciego le otorga una sensibilidad especial para tocar el piano?
-No creo que tenga alguna relación. Conozco cantidad de ciegos que son pésimos músicos y hay excelentes músicos que ven. Tal vez, cuando uno está tocando es más fácil concentrarse porque no hay nada visual que lo distraiga.
-¿Cómo recuerda su juventud?
-Me he divertido mucho, la he pasado muy bien siempre. Hice bastante lo que quería, en los 60 viví en Suecia durante seis años donde toqué con excelentes músicos. Antes de viajar a Europa no había participado de trabajos importantes, y cuando volví creo que tuve mi pequeña carrera en Argentina.
-A pesar de la crisis, parece haber un repunte en el panorama del jazz.
-Yo he visto otras crisis; eso sí, nunca como ésta en lo económico, pero con milicos en el gobierno, tipos en cana, muertos, hambre, ya que hubo para todos los gustos en este país. En estas crisis lo superfluo, lo que uno puede prescindir, pareciera que desaparece. Las crisis tienen ese efecto, desagotan al país de la basura, a pesar de que siempre quedan algunas. En la música ocurre más o menos lo mismo: la crisis apuntala a algunos músicos que valen la pena y desecha mucha porquería.
-¿Y a usted cómo lo trata la crisis?
-Bueno, como a muchos argentinos. De todos modos, no me puedo quejar, vivo y trabajo, a pesar del corralito que a mí también me atrapó. El país está muy castigado pero quejarse no vale de nada. Pero insisto en que lo único de bueno que tienen las crisis es el decantamiento de basura.
-¿Respecto a los políticos también?
-Ese terreno es más duro pero creo que también va a pasar. Quiero decir, tiene que pasar.
-¿Usted dejó un poco el jazz de lado por gusto o para ganar dinero?
-En realidad hace mucho que no estoy tocando jazz; sigo trabajando con la cantante María Volonté con quien estoy desde hace 10 años. En los últimos tiempos no me dio mucha gana de tocar jazz. No quiero volver a vivir lo que ya pasé: tocar en un boliche y que no vaya nadie, escuchar al dueño del local quejarse. Eso ya lo viví y entonces ¿para qué de nuevo? Sólo toco si tengo garantizada la paz.
-¿Qué música no haría?
-Hay mucha música a la cual no me atrevo porque no la conozco bien. Por ejemplo, toqué muy poca música latinoamericana porque no conozco muy bien los géneros. Por vergüenza no tocaría cumbia.
-¿Qué pianista le gusta hoy?
-Me sigue gustando Jarrett. También Horacio Salgán, y de los músicos de jazz nuevos me gusta mucho Ernesto Jodos... es muy lúcido. También me gustaba Baby López Furst, era realmente un tipo fuera de serie.
-¿Le interesa el jazz de fusión?
-Con la fusión me parece que hay que tener mucho cuidado, porque son pocas las veces que se logran resultados felices. Uno de los pocos tipos que me impresionan cuando fusionan con música española es Corea. Muchas veces se pierde la esencia de las dos músicas que se fusionan. Al comienzo tuve mucho miedo con respecto a lo que hacía Adrián Iaies; pensaba "vamos a terminar escuchando a Bill Evans tocando tango". Pero por suerte me equivoqué porque lo hace muy bien. Es muy inteligente lo que hace... suena a Buenos Aires. De todos modos, es un terreno muy peligroso.



Larumbe tocó con figuras como Corea y Randy Baker. (Foto: Enrique Rodríguez)
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