Año CXXXV
 Nº 49.626
Rosario,
miércoles  09 de
octubre de 2002
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Hace cinco fecha que Central perdió eficacia

Mauricio Tallone / La Capital

En este fútbol cada vez más proclive a las mezquindades y sujeto a los avatares del azar, aquel equipo que no traduce en goles las oportunidades que genera siempre termina prisionero del imperio de la ineficacia.
  Esta figura de la realidad grafica con precisión quirúrgica las oscilaciones que viene sufriendo la capacidad goleadora de Central. Precisamente la mejor manera de mensurar ese déficit que aguijonea el presente canalla es pegarle un vistazo a las estadísticas. De los 24 goles que los auriazules llevan convertidos en el torneo (es el segundo equipo más goleador), 18 los anotaron en las primeras seis fechas, con un promedio de tres goles por partido y cuando arañaron la punta del Apertura colgándose la medalla de los más contundentes. En esa porción del campeonato, Central engordó el casillero de la eficacia consumando goleadas ante Lanús (6-1), Gimnasia (5-2) y Racing (4-0), además del resonante triunfo tras 22 años en el Coloso frente a Newell's.
  Pero la debacle de este arranque arrollador empezó en la séptima fecha tras el empate 1 a 1 frente a Vélez en Arroyito. A partir de ese momento, el conjunto del Flaco encadenó una sumatoria de empates y derrotas que dejó al descubierto que la relación con la red adversaria está en conflicto. En cinco jornadas, el equipo anotó apenas seis goles y dos de ellos recibieron la lluvia del destino porque fueron en contra. La cita tiene que ver con la ayudita de Jorge Martínez en el cotejo ante Colón y el autogol de Garcé frente a River (en la planilla se lo dieron a Emiliano Papa). La nómina se completa con la anotación de Ferrari mediante un penal ante Vélez, la definición del Mellizo Gustavo frente a River con la cuestión juzgada y el remate de Figueroa (ver recuadro) que se desvió en Pranich en la igualdad frente a Huracán pero para las estadísticas el autor fue el rubio delantero.
  Ante este cuadro de situación sólo queda preguntar, ¿por qué Central ya no arrolla a sus rivales como antes? Y, sin demasiado preámbulo, se impone caer en el lugar común de que Luciano Figueroa (goleador de raza) no está atravesando su mejor momento y que el equipo ya no lee, como en el inicio del Apertura, el fascículo del libreto dedicado a la contundencia. Si bien a menudo el fútbol no sucumbe ante estos arrebatos lineales, en este caso la ecuación ofrece un solo matiz: Central no convierte como antes porque no genera como antes.
  Por ahí debe entenderse que para Figueroa lo que en su momento era un vicio hoy se convirtió en urgencia, y lo que para el Chelito Delgado era entrar y mandarla a guardar hoy mutó en una costumbre en desuso. Algo similar ocurre con Mandra, que si bien no alimenta su juego con goles, la posición que ocupa en el campo lo obliga cuanto menos a buscarlos.
  Estas son las razones de los goles en crisis. Para colmo, en lo que resta del Apertura, Central está obligado a sumar cantidad de puntos si no quiere pactar con el patíbulo del descenso. Si el equipo recupera su capacidad goleadora es probable que zafe, pero si sigue vacilando a la hora de facturar indefectiblemente seguirá atrapado en esa maldita tabla del promedio que hoy lo condena.



Frente a River, Lucho Figueroa se perdió un gol.
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