Año CXXXV
 Nº 49.623
Rosario,
domingo  06 de
octubre de 2002
Min 16º
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El viaje del lector: Flores y saltos de agua en Misiones
Un paseo entre mariposas, orquídeas y jazmines por la selva misionera

Fue un verdadero placer partir desde la ciudad de Posadas hacia la región de las flores, que abarca Capioví, un sitio que se encuentra a 115 kilómetros al norte de la capital misionera, donde la naturaleza abre sus puertas de par en par.
En nuestro recorrido visitamos Puerto Rico, una pintoresca ciudad sobre la ruta nacional 12, en una zona de lapachos. Luego nos hospedamos en Caraguatay, en una estancia a orillas del río Paraná, que en el año 1930 construyó en plena selva Nicolás Avellaneda con el fin de colonizar la región.
El lugar ofrece una variedad de colores: jazmines, azaleas, camelias y araucarias adornan el parque que rodea el casco de la estancia. Numerosos arroyos circundan el municipio formando senderos que invitan a caminar en contacto con la naturaleza. En Caraguatay también vivió el Che Guevara y todavía se conservan los restos de la casa que habitó de niño.
En Montecarlo se celebra todos los años la Fiesta Nacional de la Orquídea, en el Parque Vortich, un predio que aloja árboles centenarios y plantas autóctonas. La ciudad tiene numerosos orquidiarios, con una variedad de especies de notable belleza.
La travesía prosiguió hacia el parque provincial Salto Encantado, ubicado en el centro de la provincia de Misiones, a 12 kilómetros al nordeste de Aristóbulo del Valle.

La Gruta India
Durante el trayecto visitamos la Gruta India que alojó un antiguo cementerio guaraní, para luego llegar al parque donde se encuentra el Salto Encantado, en el curso superior del arroyo Cuñá-Pirú, que forma una caída de aproximadamente 60 metros de altura sobre un valle selvático. El sitio alberga bajo su halo brumoso una colonia de vencejos de collar (aves parecidas a las golondrinas) que anidan junto al salto de agua.
Después descendimos por el acantilado que bordea el curso del Cuñá-Pirú recorriendo un trayecto de 335 metros de una tierra muy roja, típica de Misiones. Desde la base admiramos la caída de agua con sensación perturbadora y de admiración.
En este parque se encuentran diversos tipos de árboles como el guatambú blanco, cedro, incienso, palma pindó y ceibo de monte. Y entre los mamíferos habitan 2 especies de venado, zorros, pumas, tigres y yaguareté.
Durante el trayecto de esta aventura imperdible divisamos enormes forestaciones y plantaciones de pino y yerba mate. Además ingresamos en caminos de obrajes de madera en la selva y vadeamos arroyos y trepadas, todo enmarcado en una vegetación exuberante.
Luego, bajando de las sierras por la ruta 212 llegamos hasta la localidad del Soberbio y desde ahí a los Saltos del Moconá ("el que todo lo traga" en guaraní). Es una impresionante caída de agua de 3 kilómetros de extensión y hasta 30 metros de altura, ubicada transversalmente sobre el río Uruguay.
Para arribar a los saltos recorrimos una selva esplendorosa para luego continuar a pie por un sendero lleno de charcos de agua, rodeado de palmeras, arbustos, maleza y lianas, siempre invadidos por el ruido del salto que aún no se dejaba ver.

Los Saltos del Moconá
Hasta que por fin aparece la conmovedora primera vista de los Saltos del Moconá. El imponente salto de agua es imposible de abarcar en una sola mirada. Presenta un lecho de grandes piedras y apreciarlo en detenimiento demanda un buen rato de caminata. Luego nos sentamos para observar con tranquilidad esta maravilla de la naturaleza. El sitio está lleno de mariposas de los más diversos colores que revoloteaban alrededor de nuestras cabezas.
También es posible embarcar desde el destacamento Yabotí de Gendarmería Nacional en lanchas semirrígidas y navegar frente a los saltos si el río no está crecido. En caso contrario las aguas bajan con mucha fuerza y además ocultan las peligrosas piedras que hay en la zona.
Sin ganas de volver, comenzamos a desandar el pintoresco camino, con una sensación gratificante que nutre el alma y el sabor de una aventura que pocos conocen y todos deberían experimentar.
Silvia Cabona


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