Año CXXXV
 Nº 49.612
Rosario,
miércoles  25 de
septiembre de 2002
Min 8º
Máx 19º
 
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cartas
Día de la Primavera en el Banquito

El Día del Estudiante y de la Primavera mis amigos y yo, 5 mujeres y 3 varones, pensamos en pasar un día al sol en el Banquito. Llegamos a las 10 de la mañana y ya para esa hora La Fluvial estaba llena de chicos y chicas. Hasta ahí estuvo todo normal, después de todo esperábamos encontrar mucha gente, el único problema eran los inadaptados de siempre que no quieren esperar su turno para entrar sino colarse en los lugares más adelantados. Pero eso pasa en todas partes, estamos acostumbrados, así que hicimos la vista a un lado y entramos cuando pudimos. Una vez dentro de La Fluvial teníamos que sacar el pasaje en lancha. No había cola, sino docenas de jóvenes empujando para entrar como sea por una puertita, aplastando a quien se les cruzara en el camino. Pagamos los $ 4,50 del viaje y nos acercamos a los muelles para subir a las lanchas. Otra vez faltaba la organización y otra vez "los vivos" queriendo pasar primero a toda costa, golpeando, empujando, aplastando. Los encargados del orden, Prefectura Naval, no podían contener a tantos chicos haciendo fuerza en su contra, trataban de calmarlos de cualquier forma y sin resultado: si trataban a los revoltosos con amabilidad, éstos se burlaban y seguían molestando; si, de última, los trataban con mano dura, pasaban a ser "policías hijos de..." y el desorden seguía. Era un caos. Pero lo peor (de ese momento del día) fue cuando manos anónimas tiraron una silla de metal hacia el medio de la gente provocando un corte a un chico en la cabeza. Nadie sabe quién lo hizo. A las 13.30 por fin llegó nuestro turno, pero no subimos a una lancha del Banquito, sino para el Barco Ciudad de Rosario, porque las dos lanchas disponibles, obviamente, no alcanzaban. Nadie controló los tickets, así que muchas personas subieron sin pagar. La playa estuvo bastante tranquila. Como de costumbre, hubo alcohol. A las 17.30, empezamos otra vez a hacer cola, esta vez, para encontrar lanchas para volver. El caos empezó de nuevo. Otra vez con empujones. Había largos intervalos entre la llegada de la primera y la segunda. Eran las 20 y estábamos asustados, con miedo, con frío, prácticamente en la oscuridad. Finalmente, la Prefectura se acercó a dar una mano (aunque todo siguió igual). Media hora más tarde, la mitad de mi grupo logró entrar a la lancha y el resto se tuvo que quedar allá. Fueron unos 45 minutos más de angustia, porque no sabíamos qué estaba pasando en la isla o cuándo iban a llegar nuestros amigos. Qué triste. Este tipo de experiencias quitan las ganas de festejar.
DNI 29.777.427


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