Año CXXXV
 Nº 49.604
Rosario,
martes  17 de
septiembre de 2002
Min 6º
Máx 12º
 
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Editorial
Educación contra el hambre

Desde hace bastante tiempo La Capital viene dando cuenta del drama social que ha desatado la histórica crisis económica que ya lleva más de cuatro años. De la urgente necesidad de implementar todo tipo de iniciativa posible, tanto desde las estructuras del Estado como del ámbito privado, para amortiguar en parte el flagelo del hambre y evitar secuelas más graves. Entre los perfiles de esta tremenda tragedia, quizás el más conmovedor sea aquel que refleja día a día la imagen de miles de niños revolviendo en la basura para poder llevarse algo al estómago. Y más precisamente, en la ciudad de Rosario, se ha dado cuenta con testimonios sobre el alto porcentaje de niños que solamente ingieren alimentos durante los cinco días de la semana en que funcionan los comedores escolares. Mientras que el fin de semana lo sobrellevan sólo con un pedazo de pan y mate cocido.
Por eso seguramente sea tan bienvenido el anuncio del ministro de Educación de la provincia asegurando que antes de este fin de año lectivo los comedores escolares abrirán todos los sábados y tendrán un contenido educativo. Aunque todavía no se ha precisado quiénes van a hacerse cargo de las tareas en ese día -el ministro sugirió que podría ser a través de pasantías o incorporación de beneficiarios del Plan Jefas y Jefes de Hogar-, la noticia revela una clara actitud de comenzar a transitar el camino de la razonabilidad: existe infraestructura y recursos humanos, sólo hay que vehiculizar la iniciativa. Porque se trata concretamente de un mayor compromiso con la realidad socioeconómica, algo que en términos de valores puede resultar impedir que un niño caiga en la desnutrición o contraiga enfermedades irreversibles por la falta de defensas.
Naturalmente, se deberá encontrar consenso con los maestros y directivos de escuelas -Amsafé anticipó que está de acuerdo, pero sin que se apele a la vocación de los docentes para hacerlo sin pagarles-, y, en este sentido, es de esperar que no se actúe con falsa demagogia o especulaciones corporativas. Porque las consecuencias en definitiva las estarán pagando directamente los niños.
Por lo pronto, es de destacar que la batalla contra la pobreza y la indigencia, el hambre y la desocupación, ha comenzado a instalarse como una prioridad ineludible. Y si bien no todas las estructuras del Estado responden con la misma sensibilidad frente al drama, se puede confiar que, en la medida que se vayan sumando proyectos como el de Educación, mucho más temprano se logrará revertir esta lamentable situación.


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