Año CXXXV
 Nº 49.598
Rosario,
miércoles  11 de
septiembre de 2002
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La rosarina que escapó de una de las Torres Gemelas revive una pesadilla
Nelly de Stanicich: "Me pregunto por qué yo sí y otros no"
La sobreviviente bajó 13 pisos del edificio sur. Quedaron atrapados 24 de sus compañeros. Hoy no mira la TV

Hernán Lascano / La Capital

Nelly bajaba cada peldaño empapada por la explosión de la tubería de agua, mirando fragmentos de metal incandescente a través de los tragaluces del pasillo, sintiendo que la planta baja estaba en la otra punta del mundo. Haber llegado a la calle le produce, un año después, una sensación que no se asemeja al alivio. Luego de esa mañana apocalíptica debió jubilarse y ahora dedica su mayor tiempo a mirar crecer a sus tres nietas. Eso la aleja de preguntas de respuesta imposible y de los fantasmas que ya no dejarán de rondarla.
Los sobrevivientes suelen pagar algún precio por la sobrevida. Nelly de Stanicich piensa cada día en sus 24 compañeros muertos. Piensa que si el carro de la limpieza hubiera quedado en los pisos superiores su historia habría sido otra. Y que tal vez no habría conseguido bajar sin la ayuda del hombre que la dejó en el lobby, le ordenó en inglés que caminara rápido hacia Broadway y volvió por sus compañeros.
Tiene 64 años, es rosarina de Tiro Suizo, lleva 33 como residente en Nueva York. Anoche llegó tarde a su casa del barrio de Queen's. Estuvo con sus nietas y luego fue al psicólogo argentino que la atiende hace ocho meses. En estos días, cuenta, le resulta imposible dormir. Cierra los ojos y vuelve a esos veinte minutos de sofocón y humareda.
"Todo cambió en mi vida. No hay un día en que no piense en que yo conseguí salir y otros no. Extraño pasear con las muchachas por las tiendas a la hora del lunch, sentarnos en la calle a comer sandwichitos cubanos y conversar con ellas".
Durante 26 años Nelly trabajó en la torre sur acomodando utensilios de cafetería y limpiando oficinas situadas entre los pisos 11 y 81. El último día que estuvo allí llegó a las 7.30 de la mañana. El carro había quedado en el piso inferior, algo inhabitual, por lo que empezó su rutina por abajo. Se tuvo que demorar en ese nivel. A las 8.48 el edificio entero crujió y una salvaje correntada la hizo rebotar contra una pared.
Tal era su aturdimiento que empezó a subir con el carro. Cuando llegó al piso 13 un agente de seguridad le ordenó a gritos que bajara. "Se está cayendo el edificio", le dijo. Empezó a hacerlo junto a un tropel por las escaleras de emergencia. A cada momento debía frenarse e inmovilizarse contra la pared para que subieran los bomberos. La zona de escaleras era estrecha y estaba tomada por una nube de polvo y hollín.
Nelly recuerda que el descenso fue una carrera accidentada y llena de obstáculos. En el piso 11 hubo que hachar una puerta para abrir el paso. En el 6 explotaron las cañerías del agua corriente y al llegar al lobby las puertas estaban cerradas con clave digital que exigía una tarjeta lectora que tardó en llegar. Avanzaban casi a ciegas y chapuceando en el agua que llovía de las tuberías.
"Conocía la torre mejor que mi casa, pero no sé por dónde salí. Lo encontré a mi esposo por la calle, fue el momento más emocionante de mi vida". Antonio Stanicich, que tenía su puesto de comida mexicana a seis calles del World Trade Center, se había sentido morir al ver las torres ardientes. "Hoy sé que en el fondo la sentía viva, pero pensaba que Nelly podía estar quemándose", recordaba ayer.
En la casa de los Stanicich el televisor no volvió a encenderse desde la final del mundial de básquet. "Yo charlo con la gente y nadie en esta ciudad quiere ver ni conmemorar nada. Cada homenaje es una puñalada", murmura Nelly. El lunes estuvo en una ceremonia en el sindicato donde hicieron silencio por sus 24 compañeros muertos. En el turno eran 200. Pensó especialmente en Sonia Ortiz, colombiana, que no pudo bajar del 105. "Era ascensorista y llevaba a la gente hasta el observador. A las 9.15 llamó a su casa para decir que estaba esperando que la rescataran. La pobrecita era mi mejor amiga", gimió.
Dice que siempre fue trabajadora y que desde el atentado, que adelantó su retiro, a veces se siente inútil. Que cuando cuida a Katia, Alessandra y Giuliana queda a resguardo de sus peores pesadillas. Y que con su marido volvieron a enamorarse en aquel abrazo eterno del distrito financiero con el infierno a los costados. "Usted nos viera, somos de nuevo dos tortolitos. Igual que hace 34 años, en los bailes del club Olegario Víctor Andrade".



Antonio y Nelly Stanicich en su casa de Queen's.
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