Año CXXXV
 Nº 49.593
Rosario,
viernes  06 de
septiembre de 2002
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Tras los atentados el Empire State volvió a ser el edificio más alto de Nueva York
Mirando el fantasma de las Torres Gemelas
El rascacielos es visitado por turistas y neoyorquinos para observar la mayor ausencia de la historia

Sebastian Fest

Nueva York.- La reacción es tan morbosa como humana. Apenas el ascensor abre sus puertas en el piso 86, los turistas buscan el sector sur del mirador del Empire State para fotografiar, filmar u observar la mayor ausencia de la historia de Nueva York.
Metros más allá tiembla el dependiente de una de las tiendas de souvenires del edificio. Phillip, nigeriano de Lagos, de 37 años, es sincero: "Si pudiera dejaría este trabajo. Tengo miedo, pero no encuentro otro".
Hay pocos lugares de Nueva York donde el fantasma de las Torres Gemelas esté tan presente. Después de la "zona cero", el Empire State Building (ESB) es el punto desde el que turistas y neoyorquinos eligen para asombrarse con el brutal cambio del skyline neoyorquino. "Este año viene más gente que en el verano pasado", certifica la cajera Jennifer desde la boletería.
Inaugurado en 1931, el Empire State fue durante 70 años la cumbre de Nueva York, el símbolo de una ciudad que siempre buscó el cielo. En 1971 las Torres Gemelas llegaron más alto aún, aunque el edificio siguió siendo un símbolo de la ciudad. En sus 71 años de vida fue visitado por más de 100 millones de personas.
Hoy el ESB vuelve a ser el edificio más alto de la ciudad más importante del mundo. Por las noches sus últimos 30 pisos son iluminados con luces blancas, rojas y azules, transformándolo en una antorcha de patriotismo en el corazón de Manhattan. Si se llega desde el sur, las Torres ya no lo ocultan, aunque eso no evita que las Torres sean en él una presencia casi asfixiante.

El merchandising de las Torres
Es como si el World Trade Center no hubiera sido pulverizado. Un video recibe a los visitantes mientras esperan para comprar su entrada. Ofrece un paseo virtual por Nueva York desde el cielo, y las Torres aparecen a cada momento. En los posters que se venden las Torres también están. Hasta en el calendario de 2003, con cuatro fotos y especialmente destacadas en el mes de septiembre.
Todo es un tanto excesivamente comercial y morboso en el ESB. Cuatro máquinas ofrecen las posibilidad de transformar una moneda de un centavo en una medalla con la efigie de las Torres con la leyenda "11 de septiembre de 2001, Nueva York". Hay otros souvenires de discutible gusto, como uno en el que las Torres, el ESB y la Estatua de la Libertad aparecen hermanados.
Sólo para los más jóvenes parece ser necesario empezar desde cero. Los libros para niños ofrecen un desplegable de Nueva York en el que ningún edificio amenaza la altura del Empire State.
"¿Por qué están las Torres por todas partes? Capitalismo, quieren hacer negocio", sonríe con ironía Phillip: "Hace un año vendíamos sólo reproducciones del Empire State, se trataba de promocionarnos. Pero ahora hacemos negocio con las Torres". No todos tienen los temores de Phillip. "No tengo miedo en absoluto. Nadie lo tiene", asegura Sandra, colega del nigeriano. "Regresamos al trabajo dos semanas después de los atentados, y yo lo hice como así fuera un día cualquiera", asegura exhibiendo sangre fría.
Una tercera empleada se niega a dar el nombre y deriva cualquier conversación "a los guardias de seguridad". Phillip sonríe y recuerda aquel día. "Estudio psicología a una cuadra de donde estaban las Torres. Y aquel día estaba allí. Trabajo en el turno de la tarde, ya cada vez que vengo me siento mal. Los aviones ya no pasan tan cerca como antes, pero cuando veo uno pienso. Y me asusto. La empresa no nos aumentó el sueldo, sólo hubo una oferta de ayuda psicológica que nadie aprovechó".
Hay que estar sin dudas hecho de una madera especial para trabajar en el edificio más alto de Nueva York, pese a que las medidas de seguridad implementadas tras el 11 de septiembre hacen casi imposible que un avión vuelva a estrellarse contra uno de sus edificios. Cosa que no sucedería por primera vez. En 1945 un bombardero chocó contra el piso 78 del Empire State. Aquella vez una joven operadora de los ascensores salvó la vida pese a que su cabina bajó en caída libre desde el piso 79. Los frenos de emergencia funcionaron.
Afuera, en el mirador, los ojos siguen puestos en la nada. Dulce, una turista mexicana que subió a las Torres el 9 de septiembre del año pasado, confiesa que esté nerviosa. "Da un poco de paranoia subir aquí... ¿Si viene un avión? Calla, no quiero ni pensarlo...". A su lado, con el sol cayendo sobre Nueva York, una rubia noruega se acomoda de espaldas a la ausencia. Posa. Y sonríe. "Ya está", le dice su novio. Los dos se abrazan, el morbo está saciado. (DPA)



Dos turistas observan los restos desde el Empire State.
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