Año CXXXV
 Nº 49.593
Rosario,
viernes  06 de
septiembre de 2002
Min 2º
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Lecturas
Una ficción verdadera

Osvaldo Aguirre / La Capital

Los sucesos policiales hablan de la relación de las personas con la ley. Bajo ciertas circunstancias, ponen en circulación relatos que se sustraen al paso del tiempo y retornan una y otra vez en la memoria popular como un misterio imposible de cerrar. Más que una noticia constituyen una historia. El secuestro y asesinato de Jorge Salomón Sauan fue uno de esos casos.
Lo excepcional de ese episodio se explicaba en primer lugar por la personalidad del asesino, que planteó un haz de preguntas. ¿Cómo es posible que una persona que comete un crimen brutal resulte a la vez un intelectual refinado? ¿Cómo es posible que una persona después de matar a otra se quede sentada en un sillón tomando un café? ¿Cómo es posible que ese crimen, esa despiadada violación de la ley haya sido cometida por un abogado, es decir, por una persona preparada para hacer valer la ley?
El otro rasgo extraordinario surge del padecimiento a que fue sometida la víctima. No sólo haya sido disuelta en ácido sino lo que implicaba ese acto, la desaparición del cuerpo y en consecuencia el borramiento del delito. Pero a la vez sin cuerpo no es posible cerrar la historia, y por eso, también, fue posible que Reynaldo Sietecase escribiera "Un crimen argentino", su primera novela, recientemente publicada por Alfaguara.
El protagonista es una especie de entrepràneur, un cazador solitario (y por eso, en la novela, los militares ponen especial dedicación en aclarar el episodio, porque ellos no tienen nada que ver, no han sacado provecho de ese delito y están sospechados de ser los autores). Si bien no logra borrar los rastros de sus actos, las dudas sobre la identificación de los restos nunca se resolvieron completamente (al ocurrir los hechos no había un método científico que pudiera identificar los restos con exactitud, recuerda) y aún en la actualidad hay quienes porfían que el crimen no pudo ser cometido de la forma en que lo reconstruyó el expediente judicial.
El caso que aborda "Un crimen argentino" está cerrado, en términos legales. En el transcurso de su investigación, la justicia construyó un relato con los testimonios de testigos, las pericias, las indagatorias al acusado, etcétera, y llegó a una conclusión, traducida en una condena: estableció una verdad de los hechos. Esta búsqueda es visible en la novela de Sietecase en la preocupación del juez por establecer un relato de los hechos que no deje lugar a dudas y de sus dificultades para elaborarlo en el marco de una situación donde no existe el estado de derecho y donde la justicia consiente en silencio los atropellos del poder militar.
En este sentido, Sietecase reabre el caso y lo escribe en términos literarios. Por un lado incorpora el relato del expediente y lo sigue en forma rigurosa y simultáneamente desarrolla una historia que procede de la ficción y es narrada en forma alternada con ese primer relato en procura de una clave desconocida.
La historia se mueve en forma pendular entre la verdad y la ficción. Sabemos, porque tenemos una experiencia tan larga como dolorosa en la materia, que muchas veces la verdad de los hechos no se encuentra en los expedientes judiciales, que las versiones oficiales muchas veces se constituyen para negar la verdad, para desviarla, para construir una ficción que suele ser mucho más peligrosa -y sobre todo más perversa- que la imaginación de cualquier escritor.
Por otro lado, la ficción está inscripta desde el origen en la historia del caso que aborda "Un crimen argentino". El protagonista se define como alguien que cuenta historias, que es capaz de convencer a su interlocutor de lo que se le ocurre -atributo característico de un inventor de ficciones, lo que está en la naturaleza de la profesión de escritor. El protagonista construye historias a la medida de sus oyentes; la ficción es un instrumento para enfrentar y defenderse de la ley. "Cuando hablo soy más alto", dice, pero quiere decir "no soy un asesino". Y el plan del secuestro está pensado con el celo de un creador, remite a las cuestiones estéticas aludidas por Thomas de Quincey; al igual que un artista consciente, el asesino se propone eliminar el azar, todo lo que hace está previsto, tiene un sentido determinado, no hay actos gratuitos.
"Un crimen argentino" continúa esa trama donde los hechos constatables y la ficción se asocian y se confunden. A través de la ficción, de lo que imagina sobre la base de los datos establecidos, Sietecase indaga en busca de otra verdad. El valor de esta novela no se mide por su adecuación a los hechos que la inspiraron sino tal vez por la forma en que consiguió extraer una porción de luz de una historia oscura, terrible.


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