Año CXXXV
 Nº 49.586
Rosario,
viernes  30 de
agosto de 2002
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Palpitando el clásico
Los hinchas de Newell's aguantaron con el clásico banderazo
Casi cuatro mil rojinegros esperaron en vano la llegada de los jugadores

Mariano Bereznicki / La Capital

No fue la tarde deseada. Ni mucho menos la esperada. Es que como siempre viene sucediendo, los hinchas de Newell's dieron el presente en el Coloso del Parque para hacer el tradicional banderazo de cara al clásico del domingo ante Central. Pero esas casi cuatro mil almas de ley leprosa esperaron en vano la llegada de sus jugadores. Es que más allá de que el plantel profesional rojinegro se entrenó en el predio de Bella Vista, el acuerdo tácito -según confesó uno de los organizadores- era que después de la práctica vespertina los dirigidos por Zamora concurrieran al estadio.
La gente se movilizó en gran número para brindarle su apoyo al plantel. Pero sólo terminaron estuvieron el técnico, Vella y Rosales, quienes además llegaron casi cuando la mitad del público se había retirado y sólo brindaron un escueto saludo y se fueron. Por lo visto, a la mayoría de los protagonistas que saldrán a la cancha ante los canallas le importó poco y nada el tamaño esfuerzo que realizaron esos miles de fieles para estar un poco más cerca y brindar su tradicional y sincero apoyo de cara al trascendental partido.
Ni el más pesimista hincha de Newell's se hubiera imaginado que los mismos jugadores pegarían el gran faltazo al banderazo, ese mismo rito que se viene cumpliendo desde hace ya varios años.
Pero por lo visto, a los jugadores no les importó que su masa se congregara en el templo sagrado para rendirle un pequeño tributo de cara al partido más esperado e importante para todos los simpatizantes rojinegros.
"Hace más de dos horas que me estoy cagando de frío y no pintó ningún jugador, así que me voy con mucha bronca", disparó uno de los tantos simpatizantes que tuvieron que dejar el Coloso sin poder ver a los jugadores.
La popular estaba casi colmada. Mucha gente también se había refugiado en la vieja platea. Los trapos que adornaban el estadio rojinegro le daban un marco especial. Cánticos al compás del bombo y abrazos interminables pintaban de cuerpo y alma el Coloso.
Pero tanta alegría leprosa no merecía un final así. El faltazo de la mayoría de los jugadores terminó aguando lo que tendría que haber sido una fiesta de principio a fin.
Pasada las seis de la tarde llegó Julio Zamora a bordo de su imponente auto importado. Ni bien arribó al estadio comenzó a realizar algunas desesperadas llamadas teléfonicas. ¿Habrá sido hacia algún discípulo para que se diera una vueltita por la cancha?
A la media hora llegaron Luciano Vella y Mauro Rosales, quienes bajaron casi corriendo del auto del volante lateral y comenzaron a encarar hacia la salida de la cancha.
Algunos tibios aplausos bajaron sin mucha emoción cuando se asomaron. Pero tanto Luciano como Mauro no tuvieron mejor idea que acercarse apenas hasta cerca del área grande, levantaron sus manos y pegaron rápidamente la media vuelta para abandonar el Coloso. Nobleza obliga, fueron los únicos que se presentaron para estar con los hinchas.
A esta altura, los leprosos que se habían quedado parecieron entender menos que antes. Lo cierto es que ellos cumplieron, pero no así sus jugadores.



Una multitud acudió al Coloso pero fueron pocos jugadores. (Foto: Daniel Carrizo)
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