Año CXXXV
 Nº 49.557
Rosario,
jueves  01 de
agosto de 2002
Min 2º
Máx 13º
 
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Editorial
Las palabras y los hechos

Ciertos funcionarios del gobierno parecieran vivir en una burbuja administrativa que les impide conectarse con la vida real. Sus declaraciones provocan repercusiones que van desde el asombro, la duda y finalmente la hilaridad del ciudadano, cuando no es la ira. Puede que se trate de una estrategia: obligar a reflexionar sobre si la situación ha mejorado o si se trata de un acostumbramiento al estado de crisis permanente. Es posible también que sólo esté revelando una incapacidad de superar la esfera de sí mismo; no se puede obviar que algunos de ellos no tienen formación política, de modo que aún no han aprendido a dirigirse en representación de la sociedad. En cualquier caso, es preocupante la falta de sensatez y razonabilidad en el uso de los medios de comunicación.
Concretamente nos referimos a las afirmaciones del presidente del Banco Central, Aldo Pignanelli, quien sostuvo el pasado lunes que si se compara nuestra situación con la de las naciones vecinas "nuestro país es una fiesta". Luego el jefe de Gabinete, Jorge Atanasof, expresó que no estaba de acuerdo con esa evaluación y Pignanelli aclaró entonces que no quiso decir lo que dijo. La rueda de incoherencias continuó con el gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, señalando que coincidía con el secretario del Tesoro norteamericano, Paul O'Neill, sobre la resistencia a otorgarle créditos a la Argentina, porque pueden terminar en una cuenta en Suiza; y para rematar fue el mismo presidente de la Nación quien salió ayer a avalar a O'Neill, en un juego de devoluciones que puede confundir al mejor analista: quién es quién.
El país, lamentablemente, no logra mejorar acorde con las expectativas generadas. Es cierto que existen algunas señales que permiten una situación distinta a los primeros meses del año. La mayoría coincide en que se ha entrado en una meseta, lo cual tiene su valor, y en nuestra provincia, particularmente, algunas industrias, como las vinculadas a la alimentación, han comenzado a reactivarse. También la recaudación ofrece mejores cifras y esto, naturalmente, puede despertar una cuota de optimismo.
Pues bien, si es necesario para el gobierno remarcar esos datos para que la sociedad perciba los avances y cambie de actitud, no se debe cometer el pecado de no contextualizar lo que se dice. Porque puede interpretarse que se está negando una parte de la realidad; algo que resulta ofensivo y mueve a la indignación. Fundamentalmente, cuando el mismo Indec acaba de revelar las cifras de desocupación y subocupación con un récord histórico. Por eso se reclama de los funcionarios mesura, inteligencia y comprensión a la hora de enfrentarse a los medios. Sería el mejor aporte para que la gente recupere confianza y modifique expectativas.


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