Con un gesto que duró apenas un segundo, el presidente Vicente Fox derribó casi 150 años de tradición, provocando el asombro del estamento político de México: a la llegada del Papa Juan Pablo II al país, Fox se inclinó y besó el anillo del Pontífice, que arribó anteanoche a ese país para santificar a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un indígena a quien se le apareció la Virgen en el siglo XVII. Fox, un abierto católico casado en segundas nupcias, estuvo también en la basílica donde se realizó la ceremonia de santificación, en la primera ocasión en que un mandatario asiste a una homilía pública en la historia moderna del país.
Los diarios mexicanos publicaron ayer en sus primeras planas imágenes de Fox, un católico practicante, haciendo una reverencia ante el Papa mientras besaba el Anillo del Pescador, una costumbre centenaria que significa obediencia y fidelidad a la Iglesia Católica.
Desde la fundación del estado moderno mexicano a mediados del siglo XIX, los políticos se han abstenido de expresar públicamente su fe, apegándose a leyes que separan a la Iglesia y el Estado. Históricamente la Iglesia fue identificada con sectores conservadores y monárquicos, contrarios al establecimiento de la república.
En 1859, el presidente Benito Juárez proclamó las leyes de la Reforma, que decretaron la separación entre la Iglesia y el Estado, mientras confiscaba todas las propiedades eclesiásticas en el país.
Canonización de Juan Diego
Juan Pablo II canonizó ayer a Juan Diego Cuauhtlatoatzin como el primer santo católico indígena, en una ceremonia en la capital mexicana en la que el ritual cristiano se mezcló con la música y símbolos prehispánicos. En el colorido y multitudinario acto litúrgico en la basílica de Guadalupe, al norte de la ciudad de México, el Pontífice también abogó por las etnias locales.
Tras recibir el saludo de miles de mexicanos que se lanzaron a las calles a ver su paso, el Papa, de 82 años y quien visita México por quinta vez, fue ovacionado a su ingreso a la basílica para la ceremonia de canonización de Juan Diego.
"Declaramos santo al beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin y lo inscribimos en el tratado de los santos", dijo el Papa entre los aplausos de la multitud que llegó hasta el templo. En seguida, un grupo de danzantes con coloridas plumas y atuendos indígenas a la usanza de guerreros mexicas bailó frente al Pontífice, mientras otros tocaron instrumentos precolombinos.
Una parte de las lecturas del Evangelio se realizó en náhuatl, la lengua indígena que hablaba Juan Diego. "Es necesario apoyar hoy a los indígenas en sus legítimas aspiraciones, respetando y defendiendo los auténticos valores de cada grupo étnico", dijo el Papa. "México necesita a sus indígenas y los indígenas necesitan a México".
Con su canonización, Juan Diego, a quien según los católicos se le apareció la Virgen de Guadalupe en el siglo XVII, se convirtió en el primer santo indígena de América. Sin Juan Diego, la Iglesia Católica tal vez no hubiera podido atraer a millones de indígenas en México hacia la fe de los conquistadores españoles representada por la Virgen de Guadalupe, por mucho, el mayor ícono católico del país.
El Pontífice, quien escogió a México como primer destino cuando asumió como Papa, permanecerá en el país hasta hoy pasado el mediodía, tras beatificar a los indígenas Juan Bautista y Jacinto de los Angeles. (Reuters y AFP)