Año CXXXV
 Nº 49.556
Rosario,
miércoles  31 de
julio de 2002
Min 4º
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De Belgrano a Infante, el orgullo de ser rosarina

-¿Qué época de la historia de Rosario es la que más prefiere? ¿Por qué?
-Tengo varias. La primera, y tal vez la más entrañable por ser la única ligada a las luchas iniciales por la independencia, se relaciona con el momento en que Belgrano desde las costas rosarinas supo materializar el deseo colectivo de tener una Patria sin máscaras hecha Bandera. El siguiente momento preferido es del espontáneo Pronunciamiento de Rosario en pro de la libertad, contribuyendo con importantes recursos humanos y materiales a la caída de la dictadura rosista. Otra etapa destacable para mí es aquella en la que actuó como vanguardia aguerrida contra la provincia rebelde de Buenos Aires, en defensa de la Organización Nacional plasmada en la Constitución de 1853 y de un proyecto integrado de país que lamentablemente entonces se frustró, y que todavía está pendiente. Entonces Rosario se consolidó como emporio comercial a través de las leyes de derechos diferenciales, oficiando de la capital económica de la Confederación en competencia con la aduana porteña. Posteriormente el tiempo del predominio de un estadista como Nicasio Oroño en la provincia durante la década de 1860, cuando Rosario como ciudad cosmopolita y abierta apoyó a las reformas liberales secularizadoras de aquel mandatario. Más adelante, a fines del siglo XIX y comienzos del siguiente, el período en que la urbe se convirtió en baluarte de la revoluciones radicales levantando la bandera contra el fraude comicial y la corrupción administrativa; dentro de ese período destaco la labor progresista y multifacética de un verdadero hacedor de Rosario: J. Daniel Infante, jurisconsulto, periodista de doctrina, docente, empresario, intendente del primer gobierno radical en 1912, todo un personaje; muy parecido por su contundente accionar a otro intendente rosarino, Luis Cándido Carballo que actuó en un peculiar período de completa coincidencia con las administraciones nacional y provincial, de Frondizi y Sylvestre Begnis respectivamente, lo que posibilitó que el progreso rosarino de los años •60 marchara sobre las ruedas bien aceitadas de un engranaje armónico. No es necesario que siga, lo expuesto me parece suficiente prueba del orgullo que siento de ser rosarina.


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